La vieja Europa
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24 de noviembre del 2003
Anarquía de la gestión
José Repiso Moyano
Rebelión
Ya desde la antigüedad lo primero que garantizaba que un pueblo estaba gobernado era el cobro de impuestos, ese es el denomi- nador común del sometimiento, del aceptar reglas de otra cultura, de otra política.
Actualmente el mundo sigue gobernado; pero existe algo que el ser humano aún no ha sabido resolver: la gestión de esos impues- tos para restar los problemas sociales que ésos provocaron desde un principio.
Si nos remitimos al comportamiento de una manada de lobos, una presa -el tributo que cobran a su entorno natural- engorda más a unos -los más fuertes-; pero, luego, a todos les toca su parte, nada sobra, ni permiten que sobre para la inutilidad. Igualmente en una tribu amazónica todos tienen su parte o es la naturaleza la que se encarga de permitirles mucho para sobrevivir o, al menos, de ofrecerles todo tipo de recursos para sobrevivir.
En cambio, ahora, el gobierno de un pueblo o país actúa sobre él desvinculándose de sus necesidades diarias; no desde la cerca- nía, sino desde estadísticas y macroeconomías, creándose bol- sas de pobreza, de desolación, de marginalidad social. Porque siempre ocurre lo mismo: que por uno u otro sentido en- cuentran "sobras" para el armamento, para la publicidad financiera o patriótica, o para la superprotección de una imagen política ha- cia el exterior.
Distribuir correctamente lo recogido -que es de honrados- en sa- nidad, educación, investigación, etc., duele porque ellos ya ven el "todo va bien" con paranoia y elegancia; y, como "todo va bien", pues sobra mucho, mucho para gastarlo en inutilidades -ya que ven que de la pobreza en el mundo se ocupan en lo posible las ONGs y un desastre de un Prestige los ciudadanos de a pie-. Es "la alegría de la huerta" para ellos, por gastar el dinero en construir lo que han destruido -Iraq- o en proteger multinacionales.
Mientras, África pide "a voces" que se le compense por los millo- nes de seres humanos que fueron cazados en la selva -más de la mitad morían en el camino- para levantar las explotaciones en su mayor parte norteamericanas, por la desmembración que se hizo de sus organizaciones tribales, por la expoliación de sus recursos naturales y por el haberlo olvidado o excluido o segre- gado de nuestro escenario comercial y cultural.
Allí, no hay tanto petróleo como en Oriente Medio, claro está; pero siguen existiendo nada ni menos que personas.