Rebelión
En demasiadas ocasiones hemos visto y oído utilizar esta expresión durante este año 2003: con motivo del accidente del Yakovlev en el que murieron 62 militares españoles en accidente laboral (ojalá todos los accidentes laborales tuvieran la misma cobertura informativa); con ocasión del accidente ferroviario de Chinchilla, en el que perdieron la vida 19 personas; y ahora en el reciente accidente laboral de Puertollano, con nueve fallecidos hasta el momento y un trabajador más en crítico estado.
Escuchar "error humano" como causa de estos accidentes tan cruentos hacia vidas humanas suscita preguntas y sospechas sobre la intención de la expresión. En primer lugar, si consideramos que los seres humanos somos los últimos responsables de nuestras acciones u omisiones, que somos los creadores de la tecnología que nos asiste en nuestros días, aplicada con insuficiencia presupuestaria en los casos que nos ocupan, utilizar la expresión "error humano" no deja de ser una perogrullada: todo es un acierto o un error humano, salvo las grandes catástrofes naturales (y de esto cada vez estoy menos seguro).
Pero mucho me temo que quienes llegan a la conclusión del "error humano" no caen en esta perogrullada, porque tal les incriminaría directamente a ellos: a los Ministerios que no dedican el presupuesto suficiente para velar por la seguridad de sus trabajadores o de los usuarios de sus servicios, a una empresa transnacional que, a la semana del accidente de Puertollano, se dignó a condolerse con los familiares de las víctimas mediante una simple nota de prensa, sin dar la cara por tanto.
En segundo lugar, quizá la expresión alude a las víctimas, tal como desde el Gobierno se insinuó con ocasión de la muerte de los periodistas Julio A. Parrado y José Couso en la reciente invasión de Irak: "Ellos se lo buscaron. Si no hubieran estado allí, nada les hubiera ocurrido." Esta segunda interpretación es inconfesable por quienes llegan a la conclusión del "error humano", debido al supuesto respeto a las víctimas (trabajadores y usuarios). Desde luego no la aplicarían al caso del Yakovlev, precisamente al único caso aplicable, pues díganme ustedes quién se cree lo de las "misiones humanitarias" armadas hasta los dientes. Yo siempre he creído y constatado que el ejército servía para matar y destruir, y no para construir.
Por tanto, y en tercer lugar, la intención real de esa expresión parece ser responsabilizar a un trabajador o a varios: el piloto de un avión destartalado; el "factor de estación" de Chinchilla (¡qué denominación más mecanicista de un puesto de trabajo que desempeña una persona.!); quienes no tomaron las decisiones oportunas ante la acumulación de gases por atender a otra urgencia en otra parte de la planta, (¿por qué no reconocer que quizá faltaba personal para atender a todas las partes del complejo?).
Uno llega a la conclusión de que, en este sistema neoliberal en que las personas nos reducimos a meras piezas en el proceso productivo, utilizables cuando hacemos falta y desechables cuando dejamos de funcionar (por muerte o "incapacidad") sólo faltaba que, además, se nos hiciese responsables a los trabajadores de las negligencias de quienes nos imponen este sistema.
Y tiene cada vez más la sensación de asistir a un neofascismo soterrado en que se vuelve a aplicar la selección natural para explicar quiénes pueden sobrevivir al sistema económico peligroso que nos han construido y quiénes caen en el camino. Y llegados a este punto uno se explica que planteamientos o conclusiones fascistas provoquen primeras reacciones fascistas en las personas, como cuando en Italia fue asesinado aquel asesor ministerial que había propuesto instaurar el despido libre y alguno se alegró en primera instancia, para recapacitar después y concluir que lo que había sucedido es que había muerto un ser humano violentamente y jamás hay justificación para ello. En los casos que nos ocupan ahora, esa primera reacción instintiva es que el error humano tuvo lugar cuando esos señores que llegan a esa conclusión nacieron (¿o quizá fue un error divino?), pero quedarse en este paso sería ser como ellos (Dios me libre). Así pues, uno sigue recapacitando y concluye con la primera interpretación: que el error humano les corresponde a ellos y sólo a ellos, y en el caso concreto de Repsol todo arranca de la privatización de la compañía, cuando muchos ignorantes participamos del "capitalismo popular" de una tajadilla en el pastelazo bursátil que precarizó las condiciones laborales de la compañía.
Por eso se manifestaron los trabajadores de Repsol y de sus subcontratas al día siguiente de la conclusión del "error humano", para reivindicar el derecho de los seres humanos trabajadores a equivocarnos también en el ámbito en que más horas de nuestra vida pasamos (tantas veces excesivas), mediante mayores medidas de seguridad; para hacerles comprender a los poderosos que las personas no queremos ni podemos reducirnos a meros resortes de una economía productivista a ultranza, sino poner la economía a nuestro servicio y no al de unos pocos; para decirles que si no fuese por la peligrosidad de este sistema y por sus agresiones al medio ambiente y a las personas en lo físico y en lo psicológico sus negocios seguramente serían menos rentables para sus bolsillos y mucho más para el bienestar de toda la humanidad.
Ese día muchos más estábamos en la puerta número 1 de la refinería de Puertollano