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La vieja Europa

Un modelo sin destino

Editorial Liberación

Cualquier observador relativamente objetivo, que analice sin prejuicios el mundo actual, no tendrá mayores dudas en llegar a la conclusión de que el modelo de globalización neoliberal vigente, no tiene destino. Una mirada al planeta muestra un mundo en descomposición, huérfano de valores éticos básicos, sin los cuales ni los individuos ni las sociedades pueden tener un desarrollo armónico. La sustitución de esos valores por la entronización del mercado como valor supremo, ha conducido a la deshumanización y a la injusticia, de las que ha nacido, a lo largo de la historia -y parece haber alcanzado su apogeo en la época actual- el caos y la violencia que son los rasgos dominantes de ese mundo. Un caos y una violencia que hasta un tiempo se consideraban inherentes a las sociedades periféricas, "no civilizadas" según la visión elitista de los países centrales, pero que ahora se extiende a estos. Los sin techo mueren congelados, tanto en Londres, Nueva York o Moscú, como de hambre en Guatemala o Argentina. Y las reacciones del ecosistema a la persistente agresión del modelo de desarrollo imperante, que solían afectar con más virulencia a los países pobres, también se han "globalizado". Los habitantes de Praga, algunas ciudades de Estados Unidos y de Alemania, pueden dar fe de ello.
No obstante lo cual, el presidente de la mayor potencia militar del mundo, emulando a aquel campesino que frente a una jaula de un circo donde estaba una jirafa, exclamó: "Ese animal no existe", sostiene que no está probada la existencia del llamado efecto invernadero. Y en el colmo del cinismo y/o la ignorancia, sostiene también que para evitar los incendios de bosques que asolan permanentemente a su país, la solución es talarlos! Con lo cual se asegura, además de una feroz agresión al medio ambiente, la contribución financiera de las empresas industrializadoras de la madera.
Hace más de 10 años, el padre de este presidente, Bush, el viejo, cuyo coeficiente intelectual heredó su hijo, prometió al mundo una era de paz y prosperidad. Una vez derrotado el "demonio", encarnado ya entonces en el presidente de Irak, antiguo amigo de Estados Unidos y Gran Bretaña, arrastró consigo a los "líderes" de Europa en su cruzada. No se sabe cuántos iraquíes murieron en la guerra, pero si se sabe que cerca de un millón de niños iraquíes murieron y siguen muriendo a causa del bloqueo impuesto a ese país.
Ahora, una versión más degradada de aquel Bush, parece dispuesto a rematar la faena. Todo en nombre de la lucha "antiterrorista". No sabemos a cuántos vasallos arrastrará ni tampoco cuales serán la consecuencia. En lo inmediato, Bush logró desviar la atención de las escandalosas quiebras de la Enron, World Com y otras grandes trasnacionales de su país que estafaron a millones de ciudadanos americanos, con las que Bush, Dick Cheney y Rumsfeld, la plana mayor del gobierno, estaban profundamente comprometidos. En un país democrático, estos dirigentes, estarían en la cárcel. Sin embargo, están dirigiendo el mundo.
Hay una estrecha relación entre el modelo imperante y estos hechos. La lucha contra "el terrorismo", que se alimenta y amplifica en los medios de comunicación del sistema, es el soporte "ideológico" con el que, a falta de otros valores, se pretende sostener la vigencia del modelo.
Los derechos humanos, los verdaderos, los que defendió Mary Robinson y por eso la Administración Bush la hizo relevar de su cargo en Naciones Unidas, han sido totalmente conculcados. Los presos de la base de Estados Unidos en Guantánamo (no los presos de Cuba como malintencionadamente escriben los periodistas), así como los prisioneros en Afganistán, son un ejemplo del desprecio y la crueldad de Estados Unidos por los derechos humanos.
La marginación de millones de seres humanos, la inmoralidad que supone supeditar al ser humano a los valores de la Bolsa, las agresiones como las que prepara Bush y las que sistemáticamente viene cometiendo el ejército de Israel en los territorios ocupados a los palestinos, son la fuente principal que nutre las reacciones violentas, y el crecimiento de los dispuestos a inmolarse, por una causa, como en el caso de los palestinos, como por desesperación individual, como el del ukraniano que asaltó la oficina de cambios en la Estación Central de Estocolmo.
Este modelo, es el modelo de la muerte, como acertadamente lo definieron los obispos brasileños. Por eso no tiene destino. Felizmente son millones y cada vez más, los que están dispuestos a impedir que prospere. Por la propia supervivencia de la humanidad y las generaciones que vienen.