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La vieja Europa

14 de enero del 2003

Jean-Claude Trichet, acusado de complicidad en la bancarrota de Crédit Lyonnais
El aspirante a presidir el Banco Central Europeo, juzgado por fraude contable

Cristóbal Guzmán
Rebelión

Que la Unión Europea es solamente un cortijo en el que se barruntan operaciones financieras de gran calado por encima de los intereses generales ya era un hecho conocido, más que nada por la cada vez más palpable desaparición de los derechos en beneficio de un gran mercado en lo que todo se compra y se vende, desde la educación a la electricidad, desde la sanidad a las pensiones. Es parte del gran casino mundial en el que el pueblo asiste atónito a las pujas del gran capital, tan mezclado con el Estado que ya resulta difícil distinguir lo público de lo privado, la recta moral de la más atroz desvergüenza (1).
La fiebre privatizadora, el desmembramiento del Estado y la entrega de derechos vitales a grandes conglomerados están produciendo efectos espectacularmente nocivos en el nivel de vida de la mayoría, que se ve atrapada por los oligopolios sin que se den señales de vida de aquella prometida competencia como resultante de la venta masiva de bienes públicos construidos sobre la base de las aportaciones mayoritarias de los trabajadores, cuyos núcleos de resistencia están en proceso de liquidación (2).
La voracidad especulativa, la ausencia de control democrático de una actividad económica en muchos casos inexistente y la estafa a gran escala se han instalado con gran facilidad en el escenario europeo, sin que falten ejemplos palmarios de esta brutal sustitución del servicio público por el robo a mano armada y sin que la incursión en el delito sirva siquiera para recurrir al recato. La pasividad de la autoridad y la trama de intereses económicos y políticos implicados evidencian ese resultado de indefensión del lado más débil de la cuerda, como se puede comprobar en multitud de casos como los acontecidos en España con 'empresas' como Opening o Gescartera, o en Francia con la pública Crédit Lyonnais, un excelente ejemplo sobre el que analizar el modelo neoliberal imperante y la corrupción inherente a la élite financiera que ahora pretende extenderse a las más altas instancias económicas de la Unión Europea.
Los avatares del consorcio Crédit Lyonnais y de Jean-Claude Trichet han corrido paralelos a pesar de los intentos del banquero francés por desmarcarse del primero, no en vano Trichet –actual gobernador del Banco de Francia- aspira a presidir el Banco Central Europeo a partir del próximo verano por encima del proceso judicial en el que figura como uno de los principales incriminados por el hundimiento fraudulento de la entidad.
A principios de los años noventa, el consorcio bancario Crédit Lyonnais estaba en manos del Estado francés, gracias a su participación mayoritaria que ascendía a un 54%. En aquel entonces, lo que parecía una entidad solvente dentro del panorama financiero devino súbitamente en una catástrofe para las arcas públicas cuyos responsables todavía tienen pendiente sus cuentas con la Justicia.
Lejos de cumplir con su función genuina de banca pública y abrazando la estrategia general de hacerse con costosas adquisiciones como los estudios cinematográficos hollywoodienses MGM y realizar oscuras operaciones inmobiliarias, Crédit Lyonnais entró en una dinámica desastrosa para cuyo descubrimiento fue necesario desbrozar la trama de engaños iniciada en marzo de 1993, cuando el banco presentó unas pérdidas en el ejercicio precedente de 270 millones de euros, ascendiendo en el siguiente a 1.037 millones. En realidad, por mor de esas disparatadas operaciones, el agujero financiero era de 15.244 millones de euros. Para evitar el colapso, el Estado privatizó la entidad en 1999 cubriendo aproximadamente la mitad de esa cantidad, y ahora probablemente caerá en manos de Crédit Agricole, que ha realizado una "oferta amistosa" tras haber sido sacado a subasta el resto de la participación pública en noviembre del pasado año.
La comisión de este gigantesco delito financiero sólo pudo ser posible con la participación directa y la colaboración de las principales instancias políticas y financieras del país. De hecho, en el juicio que acaba de comenzar se sientan en el banquillo como imputados el propio Jean-Claude Trichet, entonces director del Tesoro francés y ahora gobernador del Banco de Francia; Jean-Yves Haberer, presidente de Crédit Lyonnais de 1998 a 1993; Jacques de Larosiere, predecesor de Trichet en el Banco de Francia y exdirector del Fondo Monetario Internacional (FMI); François Gille, entonces director general de la entidad; Jean-Pascal Beaufret, ayudante de Trichet en la dirección del Tesoro, y otros antiguos directivos del banco quebrado.
La vista que tiene lugar en el Tribunal Correccional de París hasta el 12 de febrero ha estado precedida por los intentos de correr un velo de silencio –o, al menos, atenuar- el escándalo del fraude. En función de sus respectivas responsabilidades, los acusados se enfrentan a los cargos de difusión de informaciones falsas a los mercados, no revelación de hechos delictivos, certificación de informaciones mentirosas, reparto de dividendos ficticios y publicación de cuentas inexactas en el ejercicio de 1992 y primer trimestre de 1993. Tan sólo la denuncia de un particular en 1994, la constancia del juez instructor Philippe Courroye y las evidencias del falseamiento de cuentas han evitado las pretensiones de los fiscales del Estado de conseguir el sobreseimiento de un caso en el que el Gobierno se vio obligado a inyectar masivamente fondos públicos. Además, se siguen investigando las cuentas posteriores a esas fechas tanto en Francia como en Estados Unidos, donde en los últimos meses también han cocido habas y gordas con los delitos financieros que han llevado a grandes compañías como Enron o Wolrdcom a la quiebra y consiguiente ruina de miles de trabajadores.
Pero los resultados catastróficos de estas gestiones no han de limitarse a una superficial censura moral de sus responsables. Más bien tienen mucho que ver con la política económica imperante que alienta la opacidad en la gestión de sus fondos, la ligereza en las operaciones fraudulentas de compra-venta, la transferencia y exposición de los recursos públicos a los corruptos circuitos especulativos y la implicación de las principales autoridades económicas y políticas en los fraudes. De este modo, a nadie le resulta escandaloso que el exdirector del Fondo Monetario Internacional y el principal aspirante a dirigir el Banco Central Europeo se sienten en el banquillo de los acusados sin que haya rodado cabeza alguna de sus mentores en las instituciones europeas en interés de la salud democrática de los ciudadanos a los que, en teoría, sirven.
Muchos apuestan a que Trichet saldrá indemne de este proceso, máxime cuando se ha presentado públicamente como defensor de los intereses económicos de su país para justificar esos desmanes. Algunas fuentes judiciales parisinas ya han filtrado que las posibilidades de condena son pocas al no ser probable la demostración de culpabilidad en el control de las cuentas del banco.
Además, las presiones para la absolución del gobernador del Banco de Francia parecen abrumadoras, ya que por los acuerdos secretos de 1998 entre Alemania y Francia se da por hecho de que el sustituto del gobernador del BCE, el holandés Wim Duisenberg, ha de ser galo, siendo precisamente Trichet el candidato de Jacques Chirac a ocupar en julio el sillón vacante en Francfort. Para que ello resulte posible, el exjefe del Tesoro francés ha de ser absuelto en el proceso cuya resolución se dará a conocer en mayo; para ello, pues, no se ha de alargar el proceso, y en esa línea el tribunal correspondiente ha rechazado la petición que la parte civil había solicitado para aplazar la vista en función de los elementos que ya han salido y que poco a poco van saliendo a la palestra.
La elección de este presunto delincuente para marcar las pautas de la economía europea –en la práctica será la segunda autoridad monetaria del mundo tras el presidente de la Reserva Federal de EEUU, Alan Greenspan- no ha encontrado obstáculo alguno en este –piensan- trámite judicial, hasta el punto de que Duisenberg ya ha formalizado su petición de que se busque su sucesor mediante una carta a Javier Solana, secretario general del Consejo de la UE. Aunque la última palabra la tienen los únicos gobiernos de peso, Alemania y Francia, la gran mayoría de ejecutivos comunitarios sigue apostando por Trichet, no en vano se trata de un ferviente partidario del llamado Pacto de Estabilidad que se obsesiona por el "déficit cero", el recorte de derechos sociales, las privatizaciones y las contrarreformas fiscales en beneficio de las clases altas, todo ello en detrimento de los trabajadores y los segmentos de población más desfavorecidos, lo cual está llevando a serios conflictos sociales (3).
Jean-Claude Trichet será, pues, el nuevo jefe de la tribu "reformista" desde su atalaya en el BCE. Si es capaz de evadir la justicia, llevará a término su gran sueño después de una vida dedicada a predicar las bondades de la economía de mercado.
Formado en escuelas de élite y exdirector del Club de París, Trichet no cumplió con su obligación de supervisar las compañías estatales de su propio país, pero se permite pontificar acerca de las líneas "correctas" que debe seguir la economía europea (4). Enemigo, por supuesto, de la Tasa Tobin, todavía es capaz de dar lecciones macroeconómicas y financieras a sus colegas de la UE, aunque su –al menos- ineptitud llevó a la bancarrota al primer banco del continente. Evidentemente, Trichet es uno de los fundamentalistas del "déficit cero", del "equilibrio presupuestario", de la reducción de costes de las grandes empresas, de la "contención salarial" y de las "reformas" que abaratarán la mano de obra hasta extremos insospechados, utilizando como víctimas propiciatorias a los desdichados ciudadanos del este europeo que están en vías de ingresar en el club de "elegidos" (5). Los banqueros ni siquiera se privan de amenazar a los gobiernos díscolos promoviendo la insurrección electoral de la ciudadanía (6), por mucho que la designación de los componentes de estas instancias de presión sea más propia del camarote de los hermanos Marx que de un proceso transparente y democrático (7).
Pero Trichet no es el único "pez gordo" que se sienta en el banquillo. Por si algún incauto tenía alguna duda sobre el carácter, los fines y los métodos del FMI, su exdirector, Jaques de Larosiere, también habrá de dar explicaciones sobre su papel en la quiebra de Crédit Lyonnais. De Larosiere, que ocupaba el cargo de gobernador del Banco de Francia en la época del fraude, es otra de las figuras centrales del fundamentalismo neoliberal internacional. Acusado de cómplice en la presentación de cuentas falsas y de difundir información engañosa, el antiguo prócer de las finanzas mundiales es uno de los grandes responsables de la situación desesperada de múltiples países azotados por el dogma del "ajuste". Los dirigentes de estas naciones suelen acabar de rodillas "persuadidos" por las advertencias de estos emisarios del poder financiero (8).
No resulta sorprendente que en la mayoría de los países el juicio a estos ciudadanos ejemplares no haya merecido portada alguna en los medios de comunicación, demasiado preocupados en diseñar la hagiografía de personajes como Ana Botella. Hasta los partidos de izquierda, pedigüeños de un minuto en la televisión, andan enfrascados en estos debates de consortes, sin que a nadie se le ocurra formular una pregunta al Gobierno de turno más o menos de esta guisa: ¿Apoya el Gobierno la elección como gobernador del BCE de J.C. Trichet, actualmente procesado por fraude contable? Esta atrevida sugerencia no cuenta con atractivo mercadotécnico, pero al menos –suponemos- es de cierto interés general.



Notas
(1) En Polonia, que ingresará como miembro de la UE el próximo año, la Fiscalía de Varsovia estudia una denuncia contra el primer ministro Leszek Miller, por ocultación de un intento de soborno desde las altas instancias del Gobierno al grupo Agora a través de la productora Heritage Films por valor de 17,5 millones de dólares. La acusación de la oposición apunta al ofrecimiento de compra de la televisión privada Polstat por Agora en el marco de una reforma de la ley de televisión que facilitaría la operación y sentaría en el sillón de presidente de Polstat al productor Lew Rywin. Según la denuncia publicada en Gazeta Wyborcza (27 de diciembre), a la cabeza de la operación de soborno figura Robert Kwiatkowski, jefe de la televisión pública.
(2) Algunos sindicatos franceses, la eléctrica EDF y la gasística GDF llegaron a un acuerdo para la futura financiación del régimen especial de pensiones del personal y de los pensionistas del sector energético estatal, interpretado como el primer paso para su privatización. Tras una consulta en la que han participado 250.000 trabajadores, el 53% ha rechazado el protocolo firmado al no admitir que "no se les dijera claramente la verdad de no garantizar en el futuro" sus derechos después de 40 años de cotización.
(3) Durante el año pasado, Italia y España vivieron episodios de gran contestación social por las duras políticas regresivas y el recorte de derechos sociales aplicados por Berlusconi y Aznar. En Alemania, los tres millones de trabajadores del sector público están a punto de ir a la huelga mientras en ministro del Interior amenaza con congelar los sueldos.
(4) Trichet, cuando ya se sabía la fecha de su procesamiento por el fraude en Crédit Lyonnais, se seguía permitiendo ciertas licencias verbales en los medios de comunicación. "La confianza del consumidor es clave en estos momentos", declaró el 3 de septiembre, aunque quizá moviera más al sobresalto esta perla espetada en la cadena France 2 el 11 de octubre: "Tenemos un problema de forma general en términos de finanzas públicas no sólo en Francia, sino en toda Europa".
(5) Juan Francisco Martín Seco apuntaba recientemente que el salario medio en Alemania es un 85% superior al español, y casi veinte veces mayor que el de Bulgaria y Rumanía, que ingresarán en la UE en 2007 ("La Europa de los mercados", Estrella Digital, 11 de diciembre de 2002).
(6) Wim Duisenberg, contrariado por el, a su juicio, excesivo déficit público de Alemania, Portugal y Francia, acaba de advertir de que sus respectivos gobiernos "serán castigados por sus ciudadanos" por esta conducta. Mientras, muestra su apoyo a "medidas" contra estos países que no ha concretado.
(7) Los ministros de Economía y Finanzas de la UE, reunidos en Oviedo el 4 de abril de 2002, designaron al griego Lucas Papademos vicepresidente del Banco Central Europeo. Aunque el ministro español Rodrigo Rato aventuraba un "amplio consenso", la oposición de Bélgica se transformó en indignación cuando España anunció el nombramiento de Papademos antes de terminar la reunión. En lo sucesivo, los países del Benelux bloquerán la designación de Trichet si no consiguen un puesto en el comité ejecutivo del banco. Este juego de conspiraciones se produce sin que los países miembros todavía se hayan puesto de acuerdo sobre el perfil que han de reunir los miembros de la dirección del BCE.
(8) En noviembre, en el marco de su gira europea, Roberto Lavagna, ministro de Economía de Argentina, tuvo un encuentro en París con su colega francés Francis Mer, con los directivos de los grandes consorcios galos y con Jacques de Larosiere. Tras una suculenta comida en la embajada argentina con este último, Lavagna fue felicitado por el alza de las tarifas eléctricas al ir "en la buena dirección" exigida por el FMI (Clarín, 26 de noviembre). Actualmente, en Argentina más de la mitad de la población está por debajo del umbral de pobreza, y casi el 50% de ella es indigente.
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