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Argentina: La lucha continúa

Acuerdo con el FMI o proyecto nacional.

Juan Gabriel Labaké.

Este nuevo aniversario del golpe del 16 de setiembre de 1955, que abrió las puertas a la segunda restauración liberal-conservadora del siglo XX (la primera se produjo con el anterior golpe cuartelero, el del 6 de setiembre de 1930, que derrocó a Yrigoyen), coincide con la firma de la carta de intención entre el FMI y nuestro país. La simultaneidad de ambos acontecimientos invita a reflexionar sobre nuestra opción estratégica, especialmente porque hoy la Argentina está gobernada por un presidente que pertenece al Movimiento fundado por el conductor derrocado en 1955, y su herramienta electoral, el Partido Justicialista, ha asentado su dominio virtualmente en todo el país y en forma contundente.
En otras palabras, a 48 años de haber sido interrumpido por la fuerza de las armas el proyecto nacional y popular de Perón y Eva Perón (la estrategia nacional concebida y conducida por aquel gran estadista y visionario y por aquella apasionada y extraordinaria mujer), sus discípulos y herederos debemos dilucidar qué deseamos hacer con el poder que nos ha otorgado el pueblo argentino.
Una situación similar se nos presentó, ya ausente el genio de Perón, en 1989, con el rotundo triunfo de Menem y el PJ. En esa oportunidad, y dicho sea en la forma más serena y objetiva posible, el presidente de extracción peronista adoptó una estrategia diametralmente opuesta a la de su fundador.
Aduciendo que los tiempos habían cambiado y que debíamos ser pragmáticos (siempre hay que serlo en la elección de los métodos, jamás con los principios), el gobierno menemista abandonó el objetivo estratégico de ser una nación grande, justa, libre y soberana, con sello cultural y camino propios, y nos retrotrajo (como si estuviéramos en el túnel del tiempo) a la arcaica división internacional del trabajo, atando nuestro destino a los deseos del viejo Imperio anglosajón, hoy angloamericano. De esa desafortunada decisión estratégica (sin olvidar la corrupción y la frivolidad agregadas a raudales) derivaron todas las lacras y desgracias que hemos sufrido durante esta larga década de relaciones carnales y consensos de Washington.
Con 14 años de diferencia, el destino nos presenta una nueva encrucijada, es decir una nueva oportunidad. ¿Retomaremos el proyecto de Perón? ¿Seguimos creyendo con él y con Evita que nuestra Argentina tiene aún (hoy y siempre) la posibilidad de recorrer un camino propio en lo político, lo económico, lo social y lo cultural, o trataremos de "acomodarnos" como mejor podamos a la estrategia del Imperio dominante de turno? En segundo lugar, ¿creemos todavía, con Perón y Evita, que el problema central, básico e insoslayable de la política argentina es liberación o dependencia, ya que en la dependencia (que siempre es a manos de un Imperio externo aliado a una minoría privilegiada interna) no hay soberanía popular, ni independencia económica, ni justicia social, ni cultura propia, porque la falta de una trae indefectiblemente la muerte de las otras tres? Y dentro de ese patrón de pensamiento estricta e insoslayablemente peronista, ¿estamos de acuerdo en que el Imperio es hoy EEUU, el FMI, el BM, los grandes bancos acreedores y las mayores multinacionales, aliados todos ellos con el llamado "establishment" local (grandes grupos empresarios, medios masivos de comunicación, políticos y periodistas "correctos", economistas doctorados y adocenados en el norte, y hasta sindicalistas venales en varios casos)? ¿Comprendemos cabalmente que esos grupos de poder no son unos buenos amigos que acuden presurosos a ayudarnos ante cada dificultad, sino quienes siempre vienen (y vendrán) a sacar de acá lo que puedan, o lo que les permitamos sacar? ¿Nos percatamos de que, para poder embolsar su tajada, esos grupos extranjeros deben apoyar localmente a pequeños sectores dominantes que mantengan a la mayoría de los argentinos en el límite de la subsistencia, para evitar que "el populismo distribucionista despilfarre" los excedentes que constituyen, justamente, lo que ellos quieren llevarse? Si hacía falta un ejemplo gráfico e ilevantable de lo que afirmo, lo tenemos ahora con el acuerdo firmado con el FMI: nos exigen un piso de ahorro fiscal del 3% del PBI, para con ello pagarles la deuda...
la tajada.
Al respecto, sorprende (en realidad, asusta) ver al presidente Kirchner sentirse eufóricamente feliz porque Bush lo llama por teléfono y lo trata de "amigo". Sin ánimo de ofender al presidente, es inevitable recordar que esa misma felicidad trasuntaba Menem cada vez que Bush (el padre) lo invitaba a jugar tenis llamándolo "Dear Charles". También conviene recordar que ese señor Bush (ahora, el hijo) es el mismo que está empecinado en ser el amo del mundo, para lo cual hizo fraude en su elección, mintió sin consideración alguna para justificar su atrocidad en Irak, somete a su propio pueblo a los rigores de un Estado policíaco sin precedentes, se hace apañar por la gran prensa y los grandes capitales del Imperio, y tiene su ambición puesta en la Triple Frontera. Nadie puede estar feliz de acostarse con la serpiente. La pregunta clave es si el presidente Kirchner cree realmente que Bush (hijo) es su amigo (como aparentaba creer Menem de Bush padre, y suele ser frecuente entre los "progres" o "centroizquierdistas" locales tipo Chacho Álvarez), o si su alegría desbordante es sólo porque (picardía criolla mediante) considera que logró engatusar a un aliado circunstancial para que el ajuste del FMI no sea más duro de lo que es. Me inclino por (o deseo que sea) lo segundo, aunque siempre es peligroso que nuestro presidente crea ser más "vivo" que los del Imperio. Menem lo sabe por experiencia propia.
Cuando hablamos en estos duros términos del Imperio dominante y sus aliados, no queremos significar que hay que desafiarlos infantilmente, como quien "le moja la oreja " a su adversario, o "se hace el difícil" un rato antes de dar el sí de las niñas fáciles que aún tienen algo de pudor o simulan tenerlo.
Hay que ser consciente del poderío del Imperio (sin exagerarlo, porque no es infinito), y simultáneamente, se debe trazar una estrategia para liberarnos de él.
Para decirlo con palabras duras aunque indispensables en este momento crucial: ¿seguimos siendo peronistas? Valga lo que antecede como un necesario enmarcado ideológico de la cuestión.
He debido hacerlo con referencia a Perón y a su pensamiento, porque el gobierno actual surgió del PJ y yo me reconozco irreductiblemente peronista, pero el tema bien puede ser tratado desde la óptica nacional y popular, en sentido amplio, sin que el encuadre pierda precisión y justeza.
Conviene ahora tratar los aspectos prácticos del problema: ¿qué porvenir nos espera con el acuerdo entre nosotros y FMI (forma concreta y actual de "acomodarnos" a la estrategia del Imperio) y cuál podría ser nuestro futuro si intentamos una nueva edición del proyecto nacional y popular (actualizada sensatamente en sus propuestas concretas, pero leal a rajatabla a sus principios permanentes que forman el camino propio mencionado)? Durante la dulce espera del acuerdo, la prensa "seria", los analistas "académicos", los empresarios "sensatos" y "responsables", los economistas "correctos", los políticos "nuevos" como el milagrosa y graciosamente rejuvenecido (por la prensa "seria", claro está) López Murphy y el "cavallista" (hasta ayer) Juan José Lach, nos han bombardeado con el fantasma del aislamiento internacional si no firmábamos con el FMI. Las siete plagas de Egipto caerían sobre nosotros si no suscribíamos la carta de intención y no pagábamos previamente los 2.900 millones. Kirchner se negó a pagar durante 24 horas, pero luego prefirió no arriesgarse a sufrir las siete plagas. La pregunta es ineludible: ¿realmente existe tanto peligro si no aceptamos las exigencias del Fondo y, simultáneamente, es tan maravilloso el paraíso que les espera a los países que sacrifican sus intereses nacionales y los de su pueblo a cambio de las sonrisas de "la comunidad internacional" (nombre que se auto-asignan EEUU y sus socios del G-7).
Veamos, en la forma más desapasionada y objetiva posible, los pro y los contra.
El acuerdo con el FMI.
Al margen de la ironía sobre el "sí de las niñas fáciles..." (técnica que formó parte de la picardía comunicacional empleada para difundir el acuerdo), estimo que el tironeo con el FMI, las privatizadas, los bancos acreedores, etc., ha sido real y con él se han logrado algunas mejoras "puntuales" (aunque de dudosa eficacia como veremos), siempre dentro del esquema de aceptar la estrategia del enemigo. En este caso, la palabra "enemigo" cuadra, pues no es un simple adversario a quien tenemos enfrente:.
vienen por lo nuestro, para dominarnos. En concreto, la opción no era (ni es) mejorar los términos de la dependencia (cambiar de collar, como decía Jauretche), sino adoptar nuestro propio camino, nuestro propio proyecto de nación (dejar de ser perro, para completar la frase del maestro de Lincoln).
De todos modos, el tironeo existió, y quizás por ello, más la picardía comunicacional aludida, la atención de muchos argentinos se ha desviado del fondo de la cuestión, cual es el real significado del compromiso asumido y sus consecuencias previsibles.
En primer lugar, ese acuerdo parece tener la dosis de toxina exacta para que no muramos de muerte súbita, sino que vegetemos "sine die", como quien sobrevive largo tiempo en coma intermedio.
En segundo lugar, se ha firmado (o se firmará a fin de mes) un acuerdo por tres años, que durará sólo tres meses... Cada 90 días, el FMI nos tomará examen y dirá si el acuerdo se mantiene o no. Y de ello dependerá que nos refinancie los vencimientos de la deuda que se vayan produciendo durante 2004, 2005 y 2006. En la práctica se ha firmado un acuerdo "stand by", o de "cláusula gatillo": nos refinancian ahora los 2.900 millones ya pagados (ése es el único compromiso asumido por el FMI); a los 90 días, y si hacemos bien los deberes, nos refinanciarán los nuevos vencimientos y el BM nos dará algunos nuevos créditos siempre por cuentagotas (1.200 millones de dólares en total), y así sucesivamente hasta agosto de 2006. Ahora todo depende de que el FMI considere que estamos cumpliendo a satisfacción suya cada una de las cláusulas que explico más abajo. Mientras tanto, la espada de Damocles permanecerá sobre nuestras cabezas y la presión irá en aumento. Quien lo dude puede leer en los diarios de estos últimos días (los de hoy incluidos) los aprietes que ya realizan tanto el FMI como el BM: "si no se aumentan las tarifas de servicios públicos, no habrá inversiones", "hay que bajar el costo de las indemnizaciones por despido", "hay que reducir los impuestos (sic) al trabajo", "deben hacer un mayor ajuste fiscal para 2005 y 2006" (con el 3% del PBI no alcanza), "hay que promover la fusión de bancos" (para que los grandes extranjeros absorban a los chicos argentinos...), "se debe solucionar rápido el Œdefault¹ de la deuda en manos privadas"... "Si no se logran esas medidas, el BM (o el FMI) no podrán otorgar nuevos créditos..." Está todo muy claro. Cuando hablamos de dependencia casi servil, no estamos declamando ideologías, sino describiendo una realidad que nos hiere la vista.
En tercer lugar, todo lo que exigió el FMI se ha concedido, pero sin fijar cifras ni parámetros exactos. Por eso es tan peligroso el tipo de acuerdo "stand by" suscripto: cada 3 meses el Fondo puede echar marcha atrás si considera que no hicimos del todo bien algo de lo prometido, o apretar los torniquetes a voluntad.
Los compromisos asumidos.
1.- Alcanzar un superávit fiscal primario consolidado (de la Nación y de las provincias en conjunto) equivalente al 3% del PBI, y dedicarlo íntegramente al pago de la deuda. Nuestro PBI actual puede calcularse (no hay cifras seguras y confiables) en unos 450 mil millones de pesos. De donde nos exigen (o "nosotros propusimos", como gusta decir el gobierno) ahorrar fiscalmente alrededor de $13.500 millones en 2004. Este año, el superávit fiscal fue cercano al 2,3% del PBI, lo cual significa que el año próximo habrá que ajustarse los cinturones un 30% más que ahora. Por otro lado, la recaudación fiscal esperada es de $60.000 millones. En otras palabras, nos exigen ahorrar más del 22% de la recaudación fiscal, casi un peso por cada 4 recaudados. De algún cuero saldrá esa lonja.
2.- Nadie lo ha dicho en voz alta, pero los economistas del gobierno, y los otros también, saben que a esa cifra habrá que sumarle lo necesario para pagar otras deudas (¿Yaciretá?), terminar de rescatar las cuasi-monedas provinciales y "honrar" los Boden emitidos durante 2002 (deuda nueva, posterior al "default"). Total, para 2004, el superávit fiscal exigido-ofrecido no deberá ser menor al 5% del PBI, unos $22.500 millones (el 37% de la recaudación esperada). Más lonjas para sacar del mismo cuero.
3.- El superávit fiscal de 2005 y 2006 tampoco tiene cifra acordada (el FMI y el BM pretenden que sea mayor aún que el exigido para 2004). Ello queda para otra ronda de tironeos con "monitoreos" trimestrales. Primera espada de Damocles.
4.- Para refinanciarnos los 21.610 millones de dólares que le debemos a los organismos multilaterales (FMI, BM, BID y Club de Paris) y que vencen de acá hasta agosto de 2006, deberemos pagar en los 3 años unos 2.100 millones de intereses. Dado el tiempo real de refinanciación de cada crédito a vencer, la tasa de interés anual promedio que nos cobran ronda el 7%, ningún regalo tratándose de créditos "de ayuda", sobre todo cuando los bonos del Tesoro de EEUU pagan sólo 1,75% al año.
5.- El FMI y el gobierno prevén un crecimiento del PBI para 2004 del 4%.
Ello significa que, si sale todo a pedir de boca, el año que viene cada argentino (estadísticamente hablando) será por lo menos un 0,5% más pobre que hoy. No hay misterio: de ese 4% de aumento del PBI, un 1,5% se lo lleva el crecimiento vegetativo normal de la población argentina, y un 3% el pago de la deuda (sin contar el pago de otras deudas y de los Boden, y el rescate final de las cuasi-monedas). Con mucha suerte, quedaremos 0,5% en rojo en cuanto a riqueza nacional. En cifras absolutas el drama de 2004 es así: con suerte, creceremos por valor de $18.000 millones (4%), de ellos, pagaremos $13.500 millones (3%) por la deuda, y otros $6.750 millones (1,5%) los absorberá el aumento poblacional; es decir, tendremos $2.250 millones menos para repartir entre los argentinos que hoy vivimos. Ello, sin contar que los mejor posicionados (los amigos locales del Imperio) tienen armas como para no perder nada, mientras que los de abajo pagarán nuevamente los platos rotos. La realidad será más cruda aún. Francamente no vemos de dónde saca el gobierno que "con este acuerdo podremos desarrollarnos" (otra picardía comunicacional más).
6.- Se eliminarán paulatinamente las retenciones a las exportaciones (único sector verdaderamente, casi privilegiadamente, beneficiado con la devaluación). Tal impuesto aporta a las arcas fiscales unos 3.000 millones de dólares al año (cerca de $9.000 millones). ¿De dónde vamos a sacar recaudación extra para cubrir ese agujero negro? Más lonjas para el mismo cuero común.
7.- Se ampliará la base del IVA, es decir, se lo cobrará sobre bienes hoy exentos. Otra más.
8.- La compensación a los bancos por la pesificación de depósitos y préstamos está formalmente comprometida. Sólo queda en suspenso la compensación por los depósitos en dólares que los bancos debieron reintegrar a sus ahorristas obligados por los amparos judiciales, pero ello deberá resolverse cuando la Corte Suprema dictamine en definitiva sobre la constitucionalidad de la pesificación y la validez de tales amparos.
Segunda espada de Damocles (para después de las elecciones).
9.- De la misma manera, el gobierno aceptó "revisar" (aumentar) las tarifas de las empresas privatizadas, siempre sin fijar montos y porcentajes.
Tercera espada de Damocles (también para después de las elecciones).
10.- Se reformarán los bancos públicos. En buen romance: continuará el proceso de privatización de los bancos Nación, Provincia y Ciudad, que ya ha comenzado.
11.- La emisión monetaria será restrictiva (a lo sumo 12% más que en 2003) para que la inflación no supere el 7% en 2004 (¡el eterno latiguillo liberal!). Si no hay expansión por el lado del gasto público (al contrario, nos exigen un mínimo del 3% de superávit) y tampoco la hay por la política monetaria, ¿cómo haremos para salir del pozo y además "desarrollarnos"? A esa batería de durísimas medidas de ajuste, hay que agregarle los deberes que ya hicimos como tarea previa: a)- Derogación de la Ley de Subversión Económica, con lo cual los fugadores de capital de 2001 quedaron impunes. Una muestra entre cientos: hay serias sospechas de que Repsol fugó tramposamente 797 millones de dólares pocas horas antes de decretarse el corralito, gracias a que su contador es socio del redactor de ese decreto cavallista.
b)- Inmunidad (en realidad, impunidad) para los directivos del Banco Central que fuercen la fusión de bancos que exige el FMI, para lo cual hay que ordenar la liquidación "manu militari" de los bancos "antieconómicos". De ahí la "necesidad" de otorgarles impunidad a los verdugos del Central.
Obviamente, liquidarán a los bancos chicos que son argentinos, para que los absorban los grandes y "eficientes", que son los extranjeros, los protegidos por el FMI.
c)- Eliminación de los regímenes de competitividad, que eran planes sectoriales de promoción industrial.
d)- Reforma a la Ley de Quiebras, para otorgarles a los deudores hipotecarios la "libertad" de tratar "de igual a igual" con los bancos...
e)- Reforma de la Ley de Patentes (especialmente de medicamentos), que les ha dado a las multinacionales (la mayoría, angloamericanas) el monopolio más cerrado y absoluto que se conozca sobre las nuevas drogas a descubrir (mucho más de lo que la misma OMC exige), siempre en nombre de "la libertad de comercio".
f)- Reforma de la Carta Orgánica del Banco Central para autorizarlo a dar adelantos al gobierno (al Tesoro Nacional) por un monto total actual de unos $10.000 millones al año, "siempre que se dediquen al pago de la deuda externa"... Al parecer, la emisión monetaria sin respaldo alguno no es pecaminosa cuando se paga con ella la deuda, y nos condena al infierno apenas intentamos dedicarla a reactivar la economía y aumentar los bienes producidos. No conozco un liberalismo monetarista más insólito (sería cómico si no fuera trágico) que éste exigido por el FMI y transformado en ley de la Nación por el gobierno.
Once durísimas exigencias a cumplir, y seis ya cumplidas, es todo un récord que mal puede calificarse con orgullo de "estilo nuevo de tratar con el FMI", cualquiera sea la letra del abecedario con la que se denomine a tal viejo estilo. Para comparar: Duhalde, en marzo de 2002, le aceptó al FMI 14 exigencias de este tipo, que provocaron nuestro más enérgico rechazo, pero que fueron aprobadas por todos (todos) los gobernadores de ese entonces, menos por el de San Juan, Dr. Alfredo Avelín, a quien la "desobediencia" le costó su separación del cargo. El "nuevo estilo" con nombre de letra del abecedario le ganó al de Duhalde por tres goles (en contra) de diferencia: 17 á 14.
Ése es el camino que nos marca el Imperio.
El camino nacional y popular.
Como ya he descripto en varias oportunidades el conjunto de medidas que considero aptas para salir del pantano y retomar el camino del desarrollo y de la dignidad nacional, y dada la extensión que lleva ya este mensaje, me limitaré a enunciar escuetamente algunas de tales medidas.
En una posición de máxima, casi "extremista" (como les gustaría a muchos "académicos" calificarla), la Argentina podría y debería hoy, entre otras cosas: 1.- Iniciar una exhaustiva investigación, con amplia difusión internacional, sobre la legitimidad o no del origen y del crecimiento de la deuda externa, con el expreso compromiso de honrar lo que resulte deuda honrada. ¿Quién podría oponerse seria y fundadamente a una medida de tanto contenido ético y moral? En todo caso, luego de demostrar el fraude que hemos sufrido a manos de la dirigencia argentina y de los mismos grupos extranjeros que hoy nos aprietan la garganta y nos dan lecciones de ética, podríamos ofrecerles una transacción (en aras de la buenas relaciones con "la comunidad internacional"...) en cifras que, ni por asomo, serían las que hoy se barajan.
2.- Dedicar al eventual pago de toda la deuda (la que está en manos de los organismos multilaterales de crédito y la que poseen los particulares), luego de la investigación aludida, no más del equivalente al 1,5% del PBI, monto que, según cálculos de varios economistas nacionales, es el máximo que puede soportar nuestra economía para crecer como necesitamos. Ello significaría una quita sustancial del capital que nos reclaman, que necesita una aclaración.
Debido a la maniobra llamada Plan Brady, perpetrada en 1992/3 entre Nicholas Brady y David Mulford, por EEUU, y Domingo Cavallo y Daniel Marx, por la Argentina, nuestra deuda dejó de estar mayoritariamente en manos de los bancos, y pasó a la cartera de inversiones de los fondos de pensión (similares a nuestras AFJP) y otros semejantes. De modo que, si ahora hay una quita de la deuda, los perjudicados extranjeros no serán los verdaderos culpables (EEUU, G-7, FMI, BM, bancos privados, etc.) sino "los carpinteros y plomeros de EEUU" o de Italia, Alemania y Japón. Quienes deberían indemnizarlos, en todo caso, son dichos culpables extranjeros y sus socios locales, y no el pueblo argentino que es la víctima y no el victimario de esta tragedia. En realidad, tampoco los carpinteros y plomeros del Primer Mundo son inocentes, pues la avaricia los llevó a perseguir intereses monstruosos (la misma "troika" Cavallo-Marx-Mulford, con el megacanje de 2002, elevó los intereses de la deuda a la sideral cifra del 17,5% anual).
Quien juega en la timba financiera no es un inversor, sino un especulador, y sabe los riesgos que corre. Como dice nuestro Código Civil, "nadie puede aducir su propia torpeza".
3.- Obligar a los bancos extranjeros a soportar el costo de la pesificación, pues ellos captaron depósitos con el argumento de que sus casas matrices responderían ante cualquier eventualidad. Además, cobraban intereses de hasta el 30%, cuando obtenían dinero en el euromercado al 3% ó al 4%, lo que les dejó una utilidad extra mayor a los 40.000 millones de dólares durante la convertibilidad. Los costos de la pesificación son sensiblemente menores a esa cifra.
4.- Renegociar las tarifas (y los contratos) de servicios públicos teniendo en cuenta los resultados obtenidos desde que se privatizaron esas empresas.
Las ganancias de la década los ¹90 superan con creces el quebranto que puedan tener hoy (del cual, yo dudo). Ganar unos años y perder otros es parte normal del riesgo empresario. Querer sólo las brevas maduras es propio de los monopolios estatistas, no de los valientes y audaces defensores del "libre mercado"... Además, conviene estudiar el pase gradual de las empresas privatizadas a manos de cooperativas de usuarios, que tan buen resultado está dando en telefonía y electricidad en muchas ciudades del país.
5.- Reformar el sistema bancario para llegar, si fuere necesario (y creo que lo es), a la nacionalización de los depósitos y de los créditos, como hicimos entre 1973 y 1976 con gran éxito económico y mayor equidad social.
6.- Adoptar una política de emisión monetaria expansiva y de créditos bancarios accesibles a todos, como motor del despegue económico, aprovechando que la recesión aún reinante y el gran porcentaje de capacidad productiva ociosa nos aseguran que ello no será inflacionario.
7.- Reformar el sistema impositivo para aumentar la incidencia de los impuestos directos y justos (ganancias, patrimonio, etc.) y disminuir la de los indirectos e injustos (IVA especialmente).
8.- Adoptar serios y eficaces planes de promoción regional y sectorial, con estricto control social de su cumplimiento.
9.- Disponer un aumento inmediato de sueldos, jubilaciones menores y subsidios al desempleo que sirva como activador de la demanda (causa básica de la recesión actual) y comience a revertir la injusta distribución del ingreso.
10.- Reformar la Ley de Patentes para permitir a los empresarios nacionales fabricar, previo pago de una licencia adecuada, los productos cuyo descubridor extranjero se niegue a hacerlos en el país.
11.- Rechazar rotunda y definitivamente nuestro ingreso al sarcófago del ALCA. Quienes soñaban con que EEUU accedería a incorporar los productos agropecuarios al libre comercio dentro del ALCA, habrán despertado con gusto amargo en la boca al leer lo sucedido en la reunión de la OMC realizada en Cancún este fin de semana. La superpotencia hegemónica y sus socios europeos se negaron tozudamente a tratar siquiera una mínima disminución de los subsidios agrícolas, en la ronda decisiva que se iba a efectuar en 2004.
Debido a ello, la OMC quedó paralizada por varios años. Recuérdese que el gobierno argentino firmó en julio pasado (en pleno "estilo nuevo" de gobierno con nombre de letra del abecedario...) un compromiso para incorporar al ALCA las manufacturas industriales, los derechos de propiedad intelectual, las patentes, etc., etc., es decir, todo lo que EEUU desea, pero aceptó "dejar en manos de la OMC" la incorporación o no a ese tratado-trampa de los productos agropecuarios (que nos interesan a nosotros). La OMC acaba de dar su veredicto inapelable: NO. Y ahora, ¿qué nos dirán los corifeos del ALCA y los del "estilo nuevo"? ¿Que ese tratado sigue siendo nuestro paraíso dorado y que con el "estilo nuevo" se come, se viste, se cura...?.
Estos once puntos no son los únicos, hay muchos más, pero ellos son suficientes para dar una idea cabal de nuestra propuesta.
El precio de "pertenecer" y el de ser libres.
Ante la posibilidad cierta de tomar uno u otro camino estratégico (el del Imperio o el nuestro), lo responsable y sensato es averiguar cuál puede ser el precio a pagar en cada caso. Precio que se debe medir en dinero y también en dignidad como pueblo, en poder de decisión soberano, en justicia social, en independencia efectiva, en probabilidad real o no de sufrir bloqueos y otras represalias, y en futuro para nuestros hijos.
Para que el grado de responsabilidad sea el máximo posible, enviaré esta trabajo a unos 12 ó 15 economistas cercanos a nosotros para que cada uno, en forma confidencial o con autorización de darlo a publicidad (según lo desee), nos haga llegar su cálculo de costos y su estudio de factibilidad para uno y otro rumbo. Dentro de un par de semanas espero enviarles las conclusiones y, si los fondos nos alcanzan, imprimir un folleto con ellas.
Buenos Aires, 16 de setiembre de 2003.

Juan Gabriel Labaké.