Aberrante construcción política
Sobre los Montoneros presos
Graciela Daleo
Miembro de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos
En un claro intento por reactualizar la teoría de los dos demonios ante la inminente nulidad de las leyes de impunidad, la derecha pretende desacreditar a los luchadores de la década del 70 y así golpear la subjetividad del conjunto del pueblo "De acto en acto, la impunidad se hereda y no paga impuestos", escribió Galeano, y esta vez vino de la mano del juez Bonadío quien, en un proceso seguido contra los militares que desaparecieron a -por lo menos- 17 militantes montoneros en 1980, resolvió emparentar a tres ex dirigentes de la organización Montoneros con los agentes de la dictadura.
Esta refocalización de la teoría de los dos demonios -resquebrajada, pero no desterrada- se hace desde una de las más perversas torsiones ensayadas hasta ahora. Ya no se acusa a Firmenich, Perdía, Vaca Narvaja, de haber "provocado" a las Fuerzas Armadas que "no tuvieron más remedio que dar un golpe para restablecer el orden". Se les endilga la peor condena: la traición, la delación. No se los acusa de ser equivalentes a los torturadores del Batallón 601 de inteligencia. Se dice que son lo mismo, que son responsables de crímenes de lesa humanidad. A esto Bonadío lo disfraza de "dolo eventual".
Aberrante construcción jurídica y política de la que desde el jueves se alimentan los carroñeros que desde los medios multiplican acusaciones que no tiene otro respaldo que los "papeles" del 601, las declaraciones de los torturadores, los datos arrancados bajo tortura a los desaparecidos. Y los informes de la CIA, claro.
Durante años, escudados en "me dicen que dijeron", "se rumorea que", sin ponerle el cuerpo a esas "denuncias", corren a los micrófonos quienes en vez de trabajar sin dobleces en la elaboración de un análisis crítico de la derrota sufrida por el campo popular durante la dictadura, apelan al recurso fácil de explicarla por "la infiltración".
Y escarbando entre la carroña que hoy esparcen los "analistas" y acusadores varios, aparece la "prueba" de más peso para alegar la "traición": "ellos están vivos". Una terrible marca que imprimió la dictadura en la conciencia social de la que aún no se ha despojado. La vida no es un derecho, sino el don que otorgan los que detentan el poder a cambio de la adhesión a su barbarie. Sólo la muerte es garantía de compromiso. La vida es la prueba de complicidad y traición. Y ambas, la vida y la muerte, son distribuidas por los genocidas y sus herederos. Todavía hoy, entonces, les siguen atribuyendo ese poder quienes entran en esta trampa. Reproducen el mandato dictatorial que reciclan permanentemente La Nación, Hadad, Grondona y sus semejantes.
Pero no serán los genocidas y sus continuadores los queden con la última palabra. El miércoles, exigiendo que el Senado anule las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, también seguiremos dando la batalla por la liberación total de nuestra historia y nuestra memoria. Porque no hay ni casualidad ni inocencia en las detenciones del jueves. Son parte de los impuestos que quiere cobrarse la impunidad por la lucha que seguirá hasta que estén en la cárcel los genocidas. Los de ayer y los de hoy.