Argentina: Elecciones porteñas (o el reciclado del bipartidismo)
Daniel Campione
Rebelión
Se elige Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la ciudad capital, la sede por excelencia no sólo de la vida política, sino del comercio exterior, la actividad intelectual, el espectáculo, la ciudad que alberga a la principal universidad del país, etc. El grueso de la dirigencia política que, asunción de Kirchner mediante, comienza a emerger de la crisis extrema en la que estuvo sumida, juega sus 'fichas' a uno de dos candidatos: El actual Jefe de Gobierno Aníbal Ibarra; o el hombre de negocios y dirigente deportivo, Mauricio Macri. Se juega la jefatura de gobierno y la dirección de la ciudad, es cierto. También estos comicios constituyen un punto importante en torno a si se fortalece el consenso inicial hacia el presidente, mediante el triunfo de su aliado Ibarra, o sí comienza a consolidarse una jefatura de la oposición de derecha de proyección nacional, en caso de que la victoria se incline hacia su oponente.
Pero hay otro aspecto, más profundo y duradero, que también se dirime en esta elección: El grado de avance y las perspectivas inmediatas, de la recreación de un bipartidismo en Argentina.
Desde 1983, el sistema político del país funcionó en torno a la polarización entre fuerzas políticas más bien 'centristas', el peronismo y el radicalismo, con semejanza creciente en sus planteos programáticos, que sustentaron su despliegue sobre el eje gobierno-oposición en discrepancias más bien adjetivas, en cuánto a modalidades y ritmo de las políticas de gobierno, sobre un sólido sustrato de coincidencias: Capitalismo de libre mercado, búsqueda de creación de un 'buen clima de negocios' para el gran capital, democracia cada vez mas delegativa y menos 'participativa', recorte del poder y la capacidad organizativa de las clases subalternas, etc. Los dos partidos principales, el justicialismo y el radicalismo, llegaron incluso a instaurar progresivamente un virtual 'cogobierno', 'pacto de Olivos' incluido, que llegó a hacerse cada vez más explícito, a medida que la crisis avanzaba. Cuando uno de los términos del bipartidismo (la Unión Cívica Radical), comenzó a flaquear seriamente en su capacidad de sumar votos de los ciudadanos, se logró que la que emergía como tercera fuerza de signo 'progresista', el Frepaso, lo apuntalara, preservando un bipartidismo 'reajustado', y generando la Alianza que operó de coalición oficial durante el naufragio presidencial de Fernando de la Rúa.
Pero justamente ese naufragio, y sobre todo la magnitud de la crisis económica y social, golpearon con más fuerza a la coalición gobernante, e hicieron casi desaparecer del horizonte electoral a los dos partidos que la conformaron. Entre muchos otros problemas para las clases dominantes, Argentina quedó huérfana de su bipartidismo. Agravado el cuadro porque el otro 'polo', el Partido Justicialista, sólo conservó (y de hecho incrementó) su atractivo electoral, a costa de la 'feudalización' distrital y la multiplicación de su oferta electoral. El voto peronista sigue gozando de buena salud, lo que no está tan claro es que siga existiendo el justicialismo como partido de alcance nacional y capacidad de gobierno en ese plano.
En ese cuadro de situación, la ciudad de Buenos Aires, el distrito de mayor nivel de ingresos y mejor nivel de instrucción del país, genera dos candidaturas apoyadas por coaliciones heterogéneas, que han logrado funcionar como un eje de atracción similar al bipartidismo en cuánto a la capacidad de captación de votos. En las definiciones político-ideológicas, mientras que Macri representa una reivindicación in totum de la libre empresa y un intento de encarnar la 'antipolítica' desde una mirada conservadora, Ibarra encarna las limitaciones del 'progresismo' que en su época acompañó a Alfonsín y en los 90' a la Alianza: Ninguna forma de acción política que exceda la democracia liberal representativa; nula propuesta económica o social que cuestione en medida siquiera mínima las relaciones sociales fundamentales. La disponibilidad presupuestaria y la búsqueda del voto concluyen por determinar qué grado de 'acción social' (educación, salud, asistencia a la pobreza) pueda desarrollarse como justificación del declamado 'progresismo' .
Para que el bipartidismo funcione, es sabido, se necesitan dos elementos: a) Para garantizar el apoyo del poder económico, ideológico y comunicacional, un fondo común de acuerdo entre las partes que sólo deja margen para diferencias adjetivas en las propuestas, y b) Para lograr 'polarizar' al electorado, la dramatización y amplicación propagandística de estas diferencias, para que el votante crea que el resultado de la elección decide mucho más que lo que realmente implica, y visualice como mucho más importantes que lo que son las diferencias existentes.
Ambos puntos se han cumplido, el primero desde el planteo inicial de ambas propuestas electorales, el segundo sobre todo del lado del candidato Ibarra, con periodistas y académicos 'progres' preanunciando un difuso diluvio para la gestión Kirchner si el empresario y dirigente deportivo se alza con la jefatura de gobierno.
Vistos los resultados electorales de la primera vuelta (y mas allá de quien resulte jefe de gobierno en la segunda), los intereses a los que conviene la dilución de las propuestas radicalizadas, el estrechamiento del 'horizonte de lo posible', y la tendencia a la despolitización ínsitas en todo bipartidismo que se precie, pueden decirse 'misión cumplida' en este capítulo de la lucha por recomponer una 'gobernabilidad' sin riesgos (para ellos) en Buenos Aires y el país. En cuánto a los 'progres', seguramente asestarán a la 'izquierda que nunca aprende' la consabida monserga sobre la oportunidad perdida de 'golpear duramente' a la derecha con un triunfo clamoroso de Ibarra. A los muchos que votaron a Zamora, y a los no tan pocos, pero muy dispersos, que se pronunciaron por otras alternativas a la izquierda de la dupla estelar, corresponde reconocerles la perseverancia de elegir por convicción y no por miedos difusos y lógicas alambicadas, y la claridad mental de resistir el canto de sirena de quiénes siempre los acusan de ser 'funcionales a la derecha', sin querer percatarse nunca de que son ellos los que llevan un inconfesado conservadurismo metido en el alma...