La tercera vía lleva al mismo destino que la primera
Miguel Ángel Ferrari
Hipótesis
Mañana [por ayer], domingo 13 de julio, los presidentes latinoamericanos Néstor Kirchner, Luiz Inácio Lula da Silva y Ricardo Lagos, asistirán a la Cumbre de Gobiernos "Progresistas", convocada en Londres por el primer ministro británico, el laborista Anthony Blair. A este encuentro también se lo ha denominado "de la tercera vía".
Al sociólogo Anthony Giddens, actual director de la London School of Economics, se lo considera el padre de la llamada tercera vía. Esa propuesta, para nada novedosa, que -soslayando cándidamente la lucha de clases- toma de un modo ecléctico ciertos valores del capitalismo y del socialismo, con el supuesto propósito de superar a ambos modelos.
Convengamos que siempre han sido tentadoras las propuestas que han pretendido tomar lo bueno de cada uno de estos modelos en pugna. Toda superación que evite traumatismos profundos, suele ser bien recibida por la mayoría de los ciudadanos que - por sobre todas las cosas- pretenden una vida mejor, en el marco de la mayor "normalidad" posible. Ese fue el mayor atractivo que presentaron las ideas reformistas, tanto en Europa como en América latina. Pero, lamentablemente, el capitalismo siempre se "repone" de esas reformas y más tarde o más temprano, regresa a las injusticias propias de su esencia.
Uno de los primeros representantes de esas ideas reformistas fue Eduard Bernstein, político socialdemócrata alemán de fines de siglo XIX. Rosa Luxemburgo, una de las personalidades más lúcidas del marxismo, decía que Bernstein fue el primero en contraponer los conceptos reforma y revolución, adoptando el primero de modo excluyente, con lo cual -en la práctica- tomaba partido por el capitalismo, al que sólo aspiraba a reformar. También el dirigente socialdemócrata austríaco, Karl Kautsky, fue otro de los emblemáticos teóricos del reformismo político.
La tercera vía de Anthony Giddens, adoptada por su homónimo Anthony Blair, es la más reciente de las numerosas teorías terceristas que infructuosamente han pretendido humanizar al capitalismo.
En el caso de esta propuesta de los laboristas británicos, más importante que discurrir acerca de su rigor ideológico -que no es precisamente su fuerte-, será analizar los resultados que ella ha arrojado en concreto.
Tony Blair, quien manifestó en su momento que había sido elegido para "reparar el daño hecho durante la era Thatcher", que heredó una sociedad que había experimentado una formidable redistribución de las riqueza a favor de los más ricos, fue aplicando gradualmente una política del mismo signo, algunas veces con ciertos maquillajes y otras -como la reciente participación en la agresión colonial a Irak- sin ningún afeite.
Entre las primeras medidas de su gobierno, se pueden observar presupuestos con mayores incentivos fiscales para las grandes empresas, al tiempo que se recortan los gastos sociales, especialmente en la salud pública.
La preconizada justicia social del "nuevo" laborismo, que debía llevar implícito un fortalecimiento de los sindicatos, diezmados durante el gobierno conservador de Margareth Thatcher, tuvo con Blair una línea de continuidad con aquellas políticas neoliberales.
Ratifican estos conceptos las propias palabras de Anthony Giddens, cuando en un reportaje al diario La Nación de Buenos Aires, realizado en junio de 2000, le atribuía un carácter progresista a las políticas de tercera vía en materia laboral, señalando "todos (los gobiernos de centro-izquierda) están flexibilizando el mercado laboral, pero al mismo tiempo cuidan de no dañar los recursos humanos, garantizan un salario mínimo, buscan reformar el Estado de bienestar sin abolirlo y tratan de encontrar un balance entre la participación pública y la privada. No importa si se llaman Blair o Schröder, las políticas son bastante parecidas".
La flexibilización laboral es presentada por Giddens como progresista. El doble discurso, pareciera ser parte de la metodología de los acólitos de la tercera vía. Ese cuidado "de no dañar los recursos humanos", terminología desagradable que reduce a los seres humanos a simples recursos de los capitalistas, no fue tenido en cuenta por el ministro de Comercio laborista, cuando les advirtió a los sindicatos que "si se oponían a las políticas de Blair perderían toda su influencia" (Financial Times, de Londres, 8 de setiembre, 1998).
Otras de las falsas afirmaciones de este gobierno "tercerista" británico tiene que ver con la educación. Mientras Blair afirmaba su defensa como parte sustancial de la justicia social y la igualdad de oportunidades, una de sus primeras medidas consistió en liquidar la gratuidad de la educación superior. En esa oportunidad el analista John Pilger manifestó "el thatcherismo nunca llegó tan lejos".
El ex presidente norteamericano William Clinton, otro "tercerista" que estará presente mañana en Londres, firmó en 1996 el Acta de Responsabilidad Personal mediante la cual se desliga al gobierno federal de cualquier obligación hacia los ciudadanos de escasos recursos. Mientras su administración recortaba o directamente suprimía las partidas presupuestarias de carácter social, aumentaba los gastos militares a 110 mil millones de dólares anuales (cifra sideral que ahora parece ridícula frente a los 380 mil millones de George W. Bush).
Otro asistente a la Cumbre de Gobiernos "Progresistas" (no creo que haya eufemismo más absurdo que éste) será el canciller alemán Gerhard Schröder. Este gobernante, acaba de confirmar que adelantará el tratamiento del proyecto de ley de reforma tributaria para agosto. Esto es, en pleno receso estival en el hemisferio norte, con el propósito de convertir en ley una considerable disminución de los impuestos, cuyas principales beneficiarias serán las grandes empresas. Esta reducción de ingresos al Estado en concepto de impuestos, del orden de los 18 mil millones de euros, que cuenta con el respaldo de los partidos de derecha -la Democracia Cristiana y la Unión Socialcristiana-, se financiará con recortes a las subvenciones sociales, privatizaciones y nuevas deudas que contraerá el Estado alemán. Todo esto asentado sobre medidas anteriores de igual orientación, tales como el congelamiento de las pensiones y un recorte al gasto social que en 2000 ya ascendía a 16.000 millones de dólares. El socialdemócrata Karsten Voight, en una opinión que parece calcada de la de John Pilger, manifestó que Schröder intenta "llegar mucho más lejos de lo que el canciller Kohl y los demócrata-cristianos se atrevieron". Si esta es la tercera vía... uno se pregunta: ¿cuál será la primera? Los líderes de la tercera vía, muy lejos de sus afirmaciones, "también han cedido -en opinión del especialista Edward Herman- el control de la política económica al 'mercado', abandonando así las medidas monetarias y fiscales que pudieran beneficiar al ciudadano medio, tales como intentar reducir la tasa de desempleo. Como se ha dicho, Blair cedió rápidamente la autoridad sobre la política monetaria al Banco de Inglaterra, y Clinton la ha dejado a su vez en manos de Alan Greenspan. La marcha de Lafontaine marcó el abandono por parte de Schröder de una macropolítica socialdemócrata, y su similar genuflexión ante las demandas de los líderes del mercado financiero".
Los gobernantes enrolados en esta corriente "tercerista" les solicitan a los poderosos que se comporten responsablemente. Esta actitud nos trae el recuerdo de aquellas palabras del ministro de Economía del presidente argentino Raúl Alfonsín, Juan Carlos Pugliese, cuando -refiriéndose a los especuladores del establishment local- dijo:
"les hablamos con el corazón y nos respondieron con el bolsillo".
Claro, los "terceristas" de la socialdemocracia europea, son mucho menos ingenuos que el ex ministro argentino. Ese llamado a la responsabilidad a los capitalistas neoliberales es sólo de pacotilla. Jamás aleccionaron a los empresarios tan duramente como a los trabajadores, los pobres o los débiles, a quienes los "aleccionan" empeorando su calidad de vida.
Regresando a Anthony Giddens y al reportaje de La Nación de Buenos Aires, recordemos que cuando la periodista le pregunta: "Usted asegura en varios de sus libros que el 'neoliberalismo ha muerto', pero muchos dicen que la tercera vía no es más que la misma doctrina con un nombre distinto". El padre de la tercera vía responde: "Estoy totalmente en desacuerdo. El neoliberalismo considera al mundo como a un gran mercado. Y se equivoca. No en vano las ideas neoliberales han hecho estragos en América latina. Uno no puede permitir que todo se mida mediante valores comerciales y que la gente viva expuesta a las inseguridades del mercado". Es evidente que para los sostenedores de este tercer camino, no resulta muy importante que concuerden las palabras con los hechos.
La connivencia de los partidarios de la tercera vía con lo más ultramontano del neoliberalismo, como es el caso del gobierno del presidente George W. Bush, no sólo ha permitido "que la gente viva expuesta a las inseguridades del mercado", ha contribuido a que la gente -en el caso de Irak, por ejemplo- muera, expuesta a los designios del "mercado", al negocio sucio de la guerra, al saqueo del petróleo, y a las mentiras del Pentágono, de la CIA, de Bush y de Blair.
Sería bueno que Kirchner y Lula no se prestaran a este juego. La política de Bush y de Blair es una política criminal. "Quien pudiéndolo hacer -decía Séneca-, no impide que se cometa un crimen, lo estimula".
Nota emitida en el programa radial "Hipótesis", LT8 Radio Rosario, República Argentina, el sábado 12/07/03. Publicada en el sitio www.hipotesisrosario.com.ar