EL NUEVO PRESIDENTE ARGENTINO Y EL PASADO RECIENTE
KIRCHNER Y LA TERCERA BATALLA DE LOS MONTONEROS
Por: Juan Gasparini
ARGENPRESS.info
Juan Gasparini, periodista de origen argentino es autor de una tesis de doctorado
en la Universidad de Ginebra sobre los Montoneros en 1988, y del libro 'Montoneros,
final de cuentas', publicado en Argentina en 1988 y reeditado en 1999 por Ediciones
La Campana. Gasparini es corresponsal de ARGENPRESS.info en Suiza.
'La verdad histórica no es lo que sucedió, es lo que juzgamos
que sucedió', apostrofaba el fenecido escritor argentino, Jorge Luis
Borges, una frase que ha cobrado vertiginosa actualidad, tras el arribo de Néstor
Kirchner a la presidencia de Argentina. Superviviente de una generación
diezmada por la represión de la dictadura militar 1976-1983, el flamante
mandatario es un genuino producto de los jóvenes que otrora se enrolaron
con la organización político-militar Montoneros en la mítica
'tendencia revolucionaria del peronismo', integrada por grupos guerrilleros
y agrupaciones barriales, sindicales y estudiantiles que encabezaron la movilización
popular y la lucha armada contra el precedente régimen militar 1966-1973.
Su discurso de asunción del mando este 25 de mayo, las medidas que conlleva,
y la nominación de algunos de sus próximos colaboradores denotan
una fidelidad para con las enseñanzas de aquella experiencia marcada
por las ambiciones acuñadas en el guevarismo, animadas por un objetivo
antimperialista. Pero a su vez traslucen lo recogido en su exilio interior de
la Patagonia, un credo templado luego al calor de la recuperación democrática
emprendida en 1983, y la revalorización de un capitalismo nacional manteniendo
un papel preponderante del Estado ante la privatización salvaje de la
economía y el neoliberalismo desenfrenado instaurados en 1989 por Carlos
Menem.
Néstor Kirchner no esconde en su biografía oficial que forjó
su militancia relacionada con los Montoneros en la ciudad de La Plata, capital
de la Provincia de Buenos Aires, centro universitario donde obtuvo el diploma
de abogado en 1976 y en el cual conoció a la que sería su esposa,
Cristina Fernández, asimismo abogada y militante como él, hoy
senadora nacional por la provincia de Santa Cruz, en el extremo sur. Desde allí,
su marido escaló, una vez derrumbada la dictadura en 1983, los cargos
electivos de alcalde de Río Gallegos (1987), y gobernador (1991), para
saltar ahora, con 53 años, a la máxima responsabilidad de la República.
Su trayectoria traduce las banderas del nacionalismo político, que en
argentino se llama 'justicialismo', es decir la independencia económica,
la soberanía política y la justicia social, acuñadas por
el extinto general Juan Domingo Perón en su primera gestión de
gobierno entre 1945 y 1955. Estas consignas fueron enriquecidas con el aprendizaje
de sus enfants terribles, los Montoneros, nacidos en 1970, destruidos como tales
por las Fuerzas Armadas hacia 1979, perseguidos y dispersos individualmente
dentro y fuera del país, un naufragio del que Kirchner ha sobrevivido
con dignidad, sin abandonar la identidad 'peronista'.
El fenómeno pasó casi desapercibido con Lula, cuyos jefe de gabinete,
José Dirceu, y presidente de la Cámara de Diputados, José
Genoino, provienen de la guerrilla brasilera. Con Kirchner es más notorio
por su implicación personal y la de su mujer, ambos comprometidos con
lo acontecido en los años de efervescencia revolucionaria, de los que
no han renegado a pesar de una natural reflexión autocrítica,
a diferencia de otros que desfallecieron en el camino o cambiaron de ideología.
'La tercera es la vencida' profetiza el dicho en Argentina y viene a cuento
porque la investidura de Kirchner como presidente significa un triunfo para
lo que él encarna después de dos derrotas.
En la primera de ellas los Montoneros y quienes siguieron su estrategia fueron
doblegados políticamente por el general Juan Domingo Perón, derrocado
en 1955, a quien ayudaron a recuperar la presidencia en 1973 y contra el cual
se enfrentaron casi de inmediato, perdiendo la pulseada. Se opusieron disgustados
por el rumbo errático que se le imprimía al programa de gobierno
y por la aparición de los escuadrones paramilitares de extrema derecha,
alentados por el entonces brazo derecho de Perón, el omnipresente José
López Rega, y la tercera esposa del septuagenario líder, María
Estela Martínez, que lo reemplazaría en la presidencia a su muerte
el 1 de julio de 1974, hasta que la desalojaran con el golpe de Estado del 24
de marzo de 1976. Antes y después de esa fecha Néstor Kirchner
sufrió dos detenciones.
Los Montoneros fracasaron en ese intento de erigirse en alternativa ante Perón
y su nefasto entorno. Se manejaron con apresuramiento y perdieron contacto con
las corrientes sociales y políticas que los venían sosteniendo
en la gesta liberadora. Cayeron en la trampa de agudizar la lucha no pudiendo
resistir el zarpazo represivo que trajo aparejado el enfrentamiento con Perón
y las bandas del terror con el advenimiento del golpe de Estado, no obstante
que la provocación tuvo a Perón y al aparato del Estado, la burocracia
sindical y los escuadrones de la muerte acicateados desde el gobierno como detonadores
del espiral de la violencia. Los cálculos estiman en 3000 la víctimas
de esos grupos paramilitares durante el gobierno constitucional 1973-1976, de
las cuales alrededor de 900 se encuentran censadas y probadas en una causa penal
en la justicia federal de Buenos Aires que todavía no ha dictado sentencia.
En semejante pelea la dirigencia tradicional del peronismo se alineó
con Perón y sus sucesores, y cuando irrumpieron los militares en 1976,
se hicieron a un lado para que perpetraran la faena genocida. En esas filas
estaban los mismos dirigentes que buscaron reflotar el peronismo en 1983, cuando
la aventura en las Malvinas obligó una retirada de las Fuerzas Armadas
del escenario institucional, cuyo desprestigio explica la facilidad con la que
Raúl Alfonsín los barrió en las elecciones desde la otra
fuerza tradicional de la Argentina, el radicalismo.
A la primera derrota del 73, para ponerle un nombre con cifra, le siguió
la segunda del 89, cuando los sucedáneos de los aniquilados montoneros
se vincularon con los sectores 'renovadores' del peronismo, que fueron domados
por Carlos Menem, quien se erigió en candidato 'justicialista' y ganó
las elecciones heredando los atributos de Raúl Alfonsín. El reino
de la corrupción y la repetición de la dictadura militar por otros
medios, matando de hambre y exclusión, junto al desguace del Estado y
el derrumbe moral de la Nación que acicateó Carlos Menem en sus
diez años de poder, atomizaron al peronismo. Como era de esperar los
radicales aprovecharon de la situación, aunque en alianza con algunos
peronistas desengañados e independientes de izquierda, convirtiendo a
Fernando De la Rúa en presidente, cuya hecatombe en diciembre de 2001
por no apartarse de las tesis obsoletas de Menem, está aún fresca
en las memorias del presente.
El interregno de Eduardo Duhalde se ocupó de fijar las reglas de juego
para normalizar las instituciones, planteando dirimir en las urnas un contencioso
que confirma al peronismo como el movimiento determinante para la Argentina.
Los viejos enemigos de 1973 y 1989 volvieron a empuñar las armas. Menem,
activo en las dos contiendas anteriores del lado reaccionario y retrogrado del
peronismo. Kirchner, sorpresiva figura de recambio. La tercera fue la vencida.
'Vengo sin rencores pero con memoria, no solo de los errores y horrores del
otro sino también memoria sobre nuestras propias equivocaciones', dijo
Kirchner al instalarse en la presidencia. Quizá no pensaba en la frase
de Borges. Sin embargo, los argentinos de a pie que todavía no lo han
hecho, podrán juzgar lo sucedido en estos 30 años que tal vez
acaban de cerrar su ciclo. Ha tenido lugar exactamente en el punto emblemático
de la historia, la Plaza de Mayo de Buenos Aires, y en la misma fecha, el 25
de mayo, día de la independencia, en la que tres décadas atrás,
el muchacho Néstor Kirchner y sus compañeros de militancia, detrás
de los carteles de los Montoneros, fueron a festejar la victoria popular contra
otra dictadura.