VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Argentina: La lucha continúa

1 de junio del 2003

Elecciones
Octavio Rodríguez Araujo

La Jornada

Qué suerte han tenido los argentinos. Qué mala suerte tiene Kirchner al haber ganado las elecciones. Trataré de explicar estas extrañas afirmaciones.

Si la situación económica de Argentina se hubiera presentado en los años 20 del siglo pasado, los terratenientes y los industriales más poderosos hubieran promovido una dictadura. Esto no hubiera sido bueno para los argentinos, y menos después de haber sufrido una de las dictaduras más brutales en América Latina. El problema es que el nuevo presidente no tiene tela de dónde cortar.

Fernández-Vega, en estas páginas, nos ha proporcionado datos económicos y sociales en el país del tango que producen escalofríos: 45 por ciento de la población urbana sobrevive en la miseria, alrededor de 22 por ciento de la población económicamente activa está desempleada, la deuda externa es de cerca de 140 mil millones de dólares, la fuga de capitales es semejante; hay, obviamente, recesión económica y, por lo mismo, la inversión total ha disminuido considerablemente en los últimos años. ¿Cómo levantar la economía de un país en esas condiciones y no morir en el intento? Es el gran reto. El pueblo argentino ya tumbó a dos presidentes hace poco, soportó interinamente a un tercero, y ahora quiere tener esperanzas de que algo positivo ocurra en su país. Por eso, supongo, votó por el menos malo de los candidatos y, desde luego, castigó a quien lo llevó a esta situación (Menem).

En España, aparentemente en contraste, un amplio sector de la población ciudadana votó por el partido de Aznar, y otro sector, casi del mismo tamaño, votó por el partido de Felipe González, ahora en manos de José Luis Rodríguez. Después de la catástrofe ecológica y económica del Prestige y de los apoyos lacayunos del presidente español a la política guerrerista de Bush, uno hubiera pensado que el Partido Popular, la derecha española (y con el mismo nombre en otros países de Europa), hubiera sido la que perdiera en las elecciones municipales de hace unos días. No ocurrió así.

Dije líneas arriba que el contraste de España con Argentina era aparente. En realidad los pueblos de ambos países votaron por el centro: Kirchner, un hombre tradicionalmente de derecha que junto a Menem sería de izquierda, en realidad de centro-derecha, y en España votaron por una izquierda más formal que real, el Partido Socialista Obrero Español (socialdemócrata), y por la derecha propiamente dicha: mita y mitad, es decir por el centro-derecha en términos reales.

Por la proximidad de estas elecciones a las nuestras de julio, podríamos pensar que hay una tendencia hacia el centro (centro-izquierda o centro-derecha, según el caso), y que nuestra próxima Cámara de Diputados corresponderá en mayoría a esta tendencia política. El problema, en el caso de México, es descubrir qué partidos pertenecerían a esta corriente de centro. Podría pensarse que el de la Revolución Democrática es de centro-izquierda, y que el Revolucionario Institucional es de centro-derecha. El Partido Acción Nacional, obviamente, es de derecha y no sólo porque así ha sido considerado desde su fundación, sino porque lo ha demostrado aun por su alianza con Salinas en las contrarreformas de tinte neoliberal que éste llevó a cabo. Pero la desgracia para el PRD y para el PRI es que, lejos de dar una imagen sólida y de que en verdad podrían frenar en la Cámara las derechistas políticas de Fox, nos presentan un perfil borroso y desconfiable, con lo cual, sin querer -pues supongo que no quieren-, están favoreciendo al PAN que da la apariencia de ser más sólido, con menos conflictos internos.

Se dirá que hay otros ocho partidos, y en efecto existen. Pero son, en su mayoría, agencias de colocaciones -igual que los grandes-, pero con la desventaja de que son pequeños y no exactamente competitivos salvo en uno cuantos distritos.

Muchos piensan que los pueblos no se equivocan, aunque yo creo que sí. Pero aceptando sin conceder que los pueblos no se equivocan y que votan por lo que más les conviene, en México tienen un problema serio: con todos los partidos no se hace uno. ¿Qué nos queda? Votar por los menos malos, quizá por aquellos en los que los candidatos sean más serios y responsables. La abstención, independientemente de que algunos clérigos la consideren pecado electoral (nuevo en la teología católica), no favorece a nadie. De hecho, la abstención le dará el triunfo a los partidos mejor organizados y con más recursos, en el caso mexicano al PAN, y esto, francamente, no sería deseable, salvo para el gobierno de Washington y los intereses que representa.