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Argentina: La lucha continúa

29 de mayo del 2003

Argentina y América Latina

Angel Guerra Cabrera
La Jornada

La cálida acogida brindada a Fidel Castro por el pueblo argentino y el flamante gobierno de Néstor Kirchner, justo cuando Cuba es más calumniada, acosada y amenazada por Estados Unidos, no es fortuita. Expresa el lugar cimero ganado por la isla como símbolo de independencia y dignidad para los latinoamericanos -cada vez más reacios a deglutir la chatarra mediática del imperio- y el desprestigio de las políticas neoliberales. A la vez, demuestra la creciente conciencia crítica y solidaria de los argentinos y un cambio importante en la orientación política del país austral. Con la asunción por Kirchner de la presidencia de Argentina se refuerza el frente en defensa de los intereses nacionales latinoamericanos que tiene como epicentro a América del sur. El flamante mandatario y su equipo están lejos de ser revolucionarios antiimperialistas -mucho menos socialistas- pero al parecer los anima la intención de devolver al Estado una parte de la soberanía y de la responsabilidad social perdidas en las últimas décadas y una voluntad de concertación regional. Ello está explícito en las políticas anunciadas de fortalecer el mercado interno y priorizar la relación con Brasil en el seno del MERCOSUR, crear empleos con un vasto plan de obras públicas y renegociar la deuda externa de modo que permita al menos comer a las mayorías, todo lo cual choca con el orden dispuesto por Washington.

Hechos como haber insistido en la invitación a Fidel Castro a su toma de posesión, convalidado la decisión de su antecesor de no sumarse al voto anticubano en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU y el carácter de fraterno encuentro latinoamericano dado a las ceremonias de relevo del mando hablan por sí solos de una ruptura con el abyecto servilismo ante Estados Unidos instaurado por Carlos Ménem y continuado por Fernando de la Rúa. Estas políticas tiene sustento en la fuerte presión popular y del movimiento social argentinos y en las demandas de una burguesía duramente golpeada por la apertura comercial indiscriminada, la caída del consumo, los privilegios otorgados a las transnacionales y la hegemonía de la especulación financiera y la corrupción sobre la industria nacional. Por consiguiente, aunque no debió sorprender a nadie la humillante derrota que esperaba a Carlos Ménem de haberse presentado a la segunda vuelta comicial, el valladar que le interpuso el electorado cobra una gran significación histórica dado el gran peso económico y político de Argentina en América Latina y en particular en la región andina.

Un gobierno de Ménem, candidato de la ultraderecha nazi estadunidense representada por la dinastía Bush, habría incrementado la expoliación imperialista de Argentina, reprimido sin piedad a su pujante y rebelde movimiento social y se hubiera convertido en ariete destructor del MERCOSUR y principal gestor a través de la imposición del ALCA de la recolonización yanqui de América Latina. Unido al filopinochetismo disfrazado de transición democrática en Chile, ambos habrían actuado como caballo de Troya del imperialismo yanqui en la zona.

En la toma de posesión de Kirchner se vio emerger el frente de defensa de los intereses latinoamericanos que se perfila en el sur de América en las declaraciones integracionistas de Hugo Chávez, Luis Inacio Lula da Silva y del propio anfitrión. Hecho resaltado al hacerse representar Washington por un funcionario menor y descolorido nada menos que integrante de la mafia de Miami, vieja y fiel aliada de Ménem, con lo que el imperio manifestaba expresamente su disgusto por la derrota de aquel, por la incómoda presencia de Fidel Castro y por el tono latinoamericano del encuentro. Horas antes, para sorpresa de muchos analistas, Lula da Silva anunciaba, en su condición de presidente rotativo del Grupo de Río, su intención de invitar a Cuba a sumarse a este en su próxima reunión al menos como observador, señal inequívoca de la resistencia que encuentra la política yanqui de aislamiento de la isla, punto nodal de su proyecto de reconquista colonial de la región.

Por encima de las diferencias entre los procesos que los auparon y de sus posturas ideológicas, Chávez, Lula y Kirchner llegaron al gobierno como consecuencia del repudio de sus pueblos a las políticas de privatización y saqueo de los recursos nacionales, de marginación y empobrecimiento generalizados instauradas a partir del Consenso de Washington. Sus posibilidades de éxito dependen en gran medida de que sean capaces de llevar a cabo en la región serios esfuerzos de integración económica y concertación política que permitan rechazar la arrogante arremetida de los nuevos nazis de Estados Unidos contra todo intento de independencia. Los pueblos de América Latina cuentan con más recursos de los que suelen imaginar sus políticos al uso para constituirse en un polo de poder alternativo al hegemonismo estadunidense.

guca@laneta.apc.org