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Argentina: La lucha continúa

Al Sur del Sur - Malvinas


ABRIL
Cuando tenía 18 años, mi principal preocupación era saber qué iba a hacer el fin de semana, con quién iba a salir, a veces, muy de vez en cuando, algún examen de la facultad, cuánto tendría que ahorrar para la entrada del próximo recital del Flaco Spinetta...
Unos años antes, cuando vos tenías 18, seguramente tu principal preocupación era saber qué ibas a hacer el fin de semana, con quién ibas a salir, a veces, muy de vez en cuando, algún examen de la facultad, cuánto tendrías que ahorrar para la entrada del próximo recital del Flaco Spinetta...
Como todo varón argentino de aquella época, sabíamos que al llegar a los 18 teníamos una cita ineludible con la suerte: el sorteo del servicio militar, la colimba. De acuerdo al número que nos tocara, nos veríamos obligados a pasar un año, más o menos, al servicio de algo que nos decían que era la patria.
Sin dudas, voy y yo moríamos de ganas de salvarnos. Al terminar el sorteo, cuántos de los "salvados" habremos intentado consolarte, asegurándote que, al fin y al cabo, el servicio militar "no era la muerte de nadie". Increíble... "no era la muerte de nadie".
Apenas sería un impasse. Un año inconexo con tu propia vida y con tus planes. Luego volverías a la rutina que nosotros no abandonamos. Volverías a tu facultad, a tu trabajo, a tu novia, a tus amigos, a tu casa...
Pero un día te subieron a un camión, y al camión le siguió un avión, y al avión le siguió el viento helado y el barro eterno que todo lo moja...
Y te dieron un fusil que habías visto antes dos o tres veces, y te dijeron que la opción era matar o morir.
Los días se hicieron meses, y el barro se hizo agua en la trinchera, la comida caliente un recuerdo lejano, tu fusil un inservible pedazo de metal, el frío un dolor que no habías sentido jamás...
Peleaste con lo único que ningún general podía darte, pero tampoco quitarte: el alma. Pusiste en la tierra lo que no figura en las tácticas más estudiadas. Lo que la estrategia no enseña. Te vaciaste en unas islas tan ajenas y tan tuyas.
La guerra se perdió. No la perdiste vos, pero se perdió.
Los que no se quedaron bajo la tierra helada, volvieron. O al menos eso parecía.
Cuando volviste no hubo recepciones, aplausos ni homenajes. Te escondieron unos días como para alimentarte y "ponerte presentable". Para calmarte un poco y que no salieras a gritar lo que habías visto y oído.
Y la facultad perdió sentido, el trabajo se esfumó cuando tuviste tus primeros arranques nerviosos, tu novia no soportó a este tipo que ya casi no se reía, tus amigos no lograban entender tu desinterés por todo y tu casa... tu casa no podía contenerte sin asfixiarte...
Habías marchado al frente con 18 años y volviste dos meses después... con muchos años más encima.
La sociedad, el país por el que habías peleado y regalado tu juventud cuando recién empezaba, te dio la espalda. Queríamos olvidar rápido una aventura sin final feliz. Vos ya sabés, la victoria tiene mil padres, y la derrota es huérfana. De repente, nadie había estado en la Plaza de Mayo, nadie había contado aviones ingleses derribados como si fueran goles en un Mundial de fútbol, todos tenían muy claro que era una guerra absurda, una maniobra política del régimen... En un instante, todos desaparecimos por decisión propia.
Y vos, como otros excombatientes a tu alrededor, de tanto pensar siempre en lo mismo, ya no podías ni decirlo. Y elegiste callar lo vivido. No querés hablar de aquel abril en Malvinas, no querés...
Y tuviste que pelear para que te den lo que te corresponde. Los gobiernos desde la guerra hasta hoy te tiran migajas y alguna medalla. Pero las medallas no se comen y las migajas lastiman.
Y tuviste que salir a vender cualquier cosa en la calle, con tu uniforme de combate, buscando lástima donde tendría que haber admiración, respeto, agradecimiento...
Y volviste a los recitales... a pedir en la puerta unas monedas para tratar de llegar a la entrada, o a ver si con tu uniforme ablandabas al tipo de la puerta.
Muchos de tus amigos de las islas, esos que hiciste compartiendo el miedo en la trinchera, se cansaron de pelear y decidieron hacer lo que las balas inglesas no habían logrado: se suicidaron, hartos de la indiferencia y el desprecio. Hartos de escuchar aquellas bombas cada noche, durante años...
Ahora, 21 años después y en medio de otra guerra, tan lejana y tan nuestra como aquella de abril del 82, quería recordarte, tratando de imaginar cómo eras con 18 años, antes de que un sorteo y un oscuro personaje disfrazado de estadista te robaran los sueños.
Lo que no puedo imaginar es lo que vino después... eso lo sabés vos y tus compañeros de trinchera... y callan más de lo que dicen.
Espero verte pronto en algún recital de Spinetta, sin pedir nada y con tu entrada en la mano.
Buenas tardes a todos
Esto es Al sur del Sur
Nosotros mismos, donde quiera que estemos.
Ignacio Reggiani
Periodista
Conductor de AL SUR DEL SUR
Hoy sabado de 18 a 21
www.alsurdelsur.net