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Argentina: La lucha continúa

La izquierda mezquina

Por: Patricio Aguilar Carrera
(Mundoposible.cl, / ARGENPRESS.info

Cuando las masas irrumpieron en el centro de Buenos Aires y rodearon la Casa Rosada, obligando al entonces presidente Fernando de la Rúa a huir indignamente en un helicóptero para evitar la ira popular, ante la más profunda crisis social, política y económica que haya vivido jamás la Argentina, una ola de esperanza recorrió a toda América Latina.
Por primera vez en muchos años, el pueblo movilizado, en resuelta actitud de combate, jaqueaba indiscutiblemente al poder establecido, dejaba al desnudo su miseria moral y levantaba una nueva forma de autoridad basada en la gestión de sus propias organizaciones.
El pueblo argentino, en las calles, consolidaba la presencia y forma del sujeto protagonista de los cambios que tanta falta le hace al deprimido continente americano, luego de décadas de tiranías militares impuestas por la Doctrina de Seguridad Nacional y de fatuos gobiernos de 'transición democrática' sometidos al libreto del Fondo Monetario Internacional. El cambio más trascendente en la historia argentina estaba ahí, al alcance de la mano, con millones de seres humanos dispuestos a hacerse del poder y defenderlo.
Sin embargo, con el correr de las semanas, un aletargamiento incomprensible y una fragmentación imperdonable, frenaron la arremetida popular y dieron paso cómodo a la misma camarilla que por buena parte del siglo veinte ha gobernado el país trasandino, los mismos agentes de un poder basado en la corruptela y la mafia del silencio y el encubrimiento, que ha sido capaz de crear los Menem que hoy amenazan con sentar sus reales en el palacio de gobierno.
Al parecer fue tan fuerte la ofensiva democratizadora, tan hondo caló el sentido de pertenencia de la rebelión popular, que la horizontalidad descabezó el movimiento privándolo de conducción, de capacidad de concretar en 'Mate' a ese 'Jaque' esperanzador.
Transcurrido algo más de un año del levantamiento, el escenario preelectoral de la hermana república contiene un montaje patético donde el peronismo, principal gestor de las dramáticas políticas sociales y económicas que terminaron por hundir a uno de los países más ricos del continente, tiene como uno de sus abanderados a Carlos Saúl Menem, un conocido recitador del monólogo financiero del FMI, largamente cuestionado por hechos delictuosos y ya electo dos veces a la presidencia.
La presencia y el favoritismo estadístico de Menem sólo puede explicarse por la carencia de alternativas serias y por una muy bien montada campaña publicitaria que no ha escatimado en gastos para reparar una imagen ya muy gastada por la propia conducta del septuagenario ex mandatario, campaña a la que se ha sumado alegre, aunque no gratuitamente, una parte importante de la prensa chilena que en arrebato provinciano cree ver algún tipo de beneficio en la potencial presencia de Cecilia Bolocco como Primera Dama.
Pero donde se puede explicar con mayor dramatismo esta consolidación del establishment sistémico es en la inaudita fragmentación de la izquierda argentina a la luz de estas elecciones.
Incapaces de producir una conducción determinante en los hechos comentados al inicio de este artículo, suman ahora a ello la mezquindad y la carencia de grandeza moral para responder a las necesidades de un pueblo que, en un porcentaje insufrible, mal vive amenazado por el hambre, el desempleo y el abandono.
Esta izquierda, que tuvo la oportunidad histórica de liderar un proceso de insospechadas proyecciones, que alcanzó grados de unidad valorables aunque insuficientes en los momentos más dramáticos, que pudo ponerse a la cabeza de la ola antineoliberal que recorre el continente, que pudo desplazar definitivamente a los caudillos responsables de la crisis de Estado, se presenta dividida en seis candidaturas, haciendo diferencias entre una 'izquierda política' y una 'izquierda social'.
Falsa dicotomía. Forzoso dilema, que disfraza el egoísmo y la miopía de quienes privilegian la transformación de su propio estatus por sobre el deber histórico de la izquierda de provocar la transformación social.
Este sector no tiene ninguna posibilidad de alcanzar la victoria en estos comicios, pese a que si se suman todos los porcentajes que les otorgan las encuestas, la izquierda argentina disputaría estrechamente la posibilidad de pasar a una segunda vuelta electoral. Paradoja de paradojas.
La principal lección que se puede sacar de este hecho es que mientras se mantenga el falso dilema entre lo político y lo social, las fuerzas proclives al sistema tendrán amplio espacio para mantenerse en el poder, para justificar sus aciertos y errores en la falta de una alternativa 'seria' y para construir su discurso de la estabilidad y el 'cambio' gracias a que el único sector que puede motivarlo está enredado en pequeñeces.
De esta situación se debe hacer una lectura profunda desde Chile. Buena parte del movimiento que, con mayor o menor profundidad, se opone al sistema, aún no logra deshacer el nudo gordiano que provocó la fragmentación argentina.
La división, la falta de acuerdo, la exclusión como arma política, son herencias dejadas por la estrategia dictatorial que radicaba parte de su fuerza en la potencia de las disputas intestinas de sus enemigos. Herencia que ha sido tomada con mínimas modificaciones por la Concertación que ha visto en el pueblo movilizado un estorbo más que un apoyo.
Claro que en nuestro país todavía no se producen los fenómenos de explosión social que vivieron nuestros vecinos o que han ocurrido en Bolivia, Perú, Ecuador y otros países. Brasil y Venezuela, cada uno a su ritmo, viven procesos que están basados en su indiscutible raigambre y unidad en el pueblo.
La generosidad, la altura de miras, la visión clara del objetivo, la identificación del verdadero enemigo y la vocación por la transformación social profunda que incluya a todos los que hoy son afectados por la globalización capitalista, conformarán a ese sujeto histórico multiforme y heterogéneo que abrirá las puertas a la nueva sociedad.
Hay sectores que avanzan en la clarificación de esos objetivos, pero la aparición de grupos o sectores consolidados en la idea de la exclusión no contribuyen sino, más bien, actúan, desde fuera, al servicio de los sectores que, desde dentro, sostienen el actual sistema.
Lo peor sería repetir el doloroso espectáculo de la izquierda argentina.

* Patricio Aguilar Carrera es Director de la Agencia de Noticias Mundo Posible (www.mundoposible.cl)