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Argentina: La lucha continúa

Adelante y atrás

La batalla de Brukman reveló no sólo la violencia institucional, sino la debilidad de sus víctimas. Quienes pusieron durante más de tres días interminables el cuerpo y el esfuerzo para defender este movimiento tienen ahora un desafío más: debatir qué se perdió y cómo seguir avanzando de aquí en más.

Agencia La Vaca

Saturno devorando a su hijo, Goya, Museo del Prado
Reflexión sobre el desalojo de Lezama Sur

En la Argentina y en el mundo, en este mismo momento, una cantidad de personas diferentes se están repitiendo la misma pregunta que formuló una asambleísta porteña en voz alta:
¿Estamos yendo para adelante o para atrás?
No encuentro una manera mejor de sintetizar este momento, este que la Historia jamás recordará, pero que es crucial para determinar con qué palabras se hilvanará el relato de estos tiempos.
¿Victoria? ¿Derrota?
El intelectual norteamericano Michael Albert describe esa mitad del vaso lleno y vacío que ensombrece el ánimo del movimiento de resistencia global en estos momentos de horror y miedo en un artículo que puede leerse completo en esta página. Su análisis no es diferente del realizado por Noam Chomsky en el cierre del Foro Social Mundial, aún cuando ese escenario estuviera impregnado de los sentimientos contrarios: euforia y esperanza. Para ambos, el gran triunfo obtenido hasta aquí es tan solo y nada menos que el descubrimiento del monstruo. Este modelo ya no es más el sueño de yuppies de remera y zapatillas, que cultivaban millones en la pradera de Sillicon Valley, sino la pesadilla representada por el ejército imperial. Ese que, según describió tan sintéticamente mi hijo, "dispara misiles contra gente que usa mocasines".

Esa relación de fuerza es la que también ha sido desenmascarada.

Misil vs. Mocasín supone, entre otras cosas, la más sofisticada tecnología de destrucción utilizada contra civiles de a pie.
¿Por qué y para qué?
Eso también ha sido obscenamente revelado.
Allá por mil ochocientos venty pico, Goya decidió decorar el comedor de su casa con una serie de pinturas que luego los expertos catalogaron como "la serie negra" del pintor de las majas. Imaginémoslo, entonces, compartiendo la cena con su cuadro más siniestro: Saturno devorando a su hijo. Goya inmortalizó allí a ese dios que castró y destronó a su padre y que, para evitar que sus hijos hicieran lo mismo, se los devoraba al nacer.
Esa imagen de crueldad y codicia con la que cenaba Goya todas las noches debería convertirse hoy en el cierre de transmisión de la tevé, ese momento de meditación dedicado a contemplar la fotografía que sintetiza la jornada.
Es cierto que el poder del capitalismo global no tiene nombre ni rostro, pero si hubiera que atribuirle uno es ese que Goya pintó.
"Si no triunfamos corremos el riesgo de fracasar". La cita pertenece a George Bush, pero su rescate es mérito del escritor británico John Berger, quien propone un método para exorcizar el miedo: subirse a una montaña. Escalar lo cotidiano hasta alcanzar una altura que nos ubique en otra escala temporal.
Cada día y cada noche recibimos un bombardeo de misiles inteligentes, generalmente disparados por la tevé y la prensa, que nos aturden con pronósticos, augurios, especulaciones y sospechas. "Día y noche -apunta Berger- los Socios del Miedo están ansiosos y preocupados por contarse a sí mismos y a sus subordinados las medias verdades apropiadas, unas medias verdades con las que confían en cambiar el mundo de lo que es a algo que no es. Con seis medias verdades, aproximadamente, se hace una mentira."
Pero Berger, que es un poeta, dice algo más: "Están solos en este planeta; solos como no lo está el resto del mundo. Por eso -y si se tiene en cuenta todo el poder que poseen, tanto militar como de otro tipo- son peligrosos. Terriblemente peligrosos. Y por eso no pueden sobrevivir".
Goya y Berger comparten esa visión de que el poder -en tiempos como estos- está fatalmente destinado a matar, pero también a morir.
Saben que solo tiene una oportunidad: devorar la resistencia en su etapa más tierna, antes de que crezca y madure. Se atraganta, entonces, masticando lo nuevo, triturando aquello que lo cuestiona por el solo hecho de nacer.
Goya y Berger pueden verlo, con los ojos bien abiertos, porque han escalado la montaña y observado el panorama desde la cumbre.
Eso se llama sabiduría, que no es un don sino -en todo caso- un rasgo de madurez.
En el asfalto de la calle Jujuy, durante días y horas, el desalojo de la fábrica recuperada Brukman se pobló de monstruos.
Los policías con escopetas apuntando a los cuerpos, las vallas delimitando la fragilidad de esa paz que solo los manifestantes podían asegurar; el barrio convertido en una zona militarizada con calles cortadas por los retenes de las llamadas fuerzas de seguridad. Esa postal de conflicto estalló el lunes por la tensión y la presión acumulada. Se convirtió en humo, balas, prisioneros.
Se convirtió en lo que fue desde el comienzo: una cacería.
Por cada línea escrita sobre Brukman en esta página, recibimos una invitación para conversar con el apoderado legal de los ex propietarios, responsables de destruir la fábrica. La primera vez fue luego del primer intento de desalojo. La última, este domingo de Pascuas.

Debería considerarse una rareza que con tantos problemas que atender, un abogado se tome la molestia de contactarse con un medio independiente para solicitar prensa. Sin embargo, en tiempos de batallas mediáticas, no hay medios chicos, sino oportunidades de -al decir de Berger- contarse a sí mismo su media verdad.
¿Tuvieron las obreras de Brukman oportunidades para comunicar la suya?
Los dirigentes que le pusieron el pecho a los micrófonos para hablar por ellas, los partidos que colgaron allí sus banderas, los funcionarios que las marearon con negociaciones destinadas a perder tiempo y apoyo, los que aprovecharon el jaleo para saldar internas electorales, los intelectuales que ni se acercaron pero opinaron e incluso, los que ni se aceraron ni opinarán jamás; todos deberán hacerse responsable del menú que acaba de masticar el monstruo ante nuestros ojos.
En tanto, aquellos que pusieron el cuerpo y el esfuerzo durante estos tres días interminables, tendrán que enfrentarse ahora algo más. El cuadro que pintó Brukman nos revela no solo la violencia del monstruo, sino la debilidad de sus víctimas.
El monstruo devora imberbes.
Estamos condenados, entonces, a madurar.
Apenas unos días antes, el desalojo policial de la Asamblea de Lezama Sur dejó en la calle y a la vista un debate que inmediatamente quedó reflejado en las páginas de Indymedia Argentina ( y que aquí reproducimos íntegramente). Los temas allí esbozados - el rol de los aparatos partidarios, la debilidad preexistente que el desalojo desnudó, el valor de las utopías y el compromiso cotidiano, entre otras cosas- se convierten ahora en una conversación imprescindible.
Merece, al decir de Berger, realizarse con altura. Sin golpes bajos ni mezquindad.
El próximo domingo la realidad política se poblará de urnas y no encuentro una palabra con mejor connotación para referir lo que significa la democracia argentina hoy.
Quizá, cuando las aves de rapiña culminen su pelea por el cadáver institucional, el cuadro quede más claro.
Será el momento, entonces, de pensar qué dejamos atrás y con qué contamos realmente para avanzar.