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Argentina: La lucha continúa

Estados Unidos afina su contraofensiva imperial contra América Latina

Por Víctor Ego Ducrot

- Estados Unidos no descarta una intervención militar en América del Sur.
- Como en el Golfo Pérsico, es la respuesta bélica a su crisis económica
- Plan Colombia y ALCA.
- Disparen contra Lula.
- Luces y sombras en esta parte del mundo.
- Las limitaciones del antineoliberalismo.
- Washington se escuda detrás del aparente exabrupto de Alvaro Uribe.
- "Que lo dicho por el colombiano suene desproporcionado", esa es la clave de la desinformación.
- Para entender a fondo lo que sucede en América Latina no hay que perder de vista otros escenarios, como el de Iraq y el del sudoeste asiático.
- En su campaña de inteligencia mediática Estados Unidos cuenta con voceros del campo "progresista".

El mismo día que Lucio Gutiérrez asumía la presidencia de Ecuador, apoyado por las fuerzas campesinas, indígenas y más progresistas del país, George W. Bush, salía a la palestra con una más de sus bravuconadas. Esta vez no lo hizo en persona sino que utilizó a uno de sus representantes favoritos en América Latina, al presidente de Colombia, Alvaro Uribe.
Éste dijo que su país atraviesa una situación más difícil que la de Iraq y pidió que una fuerza militar extranjera intervenga para luchar contra "el terrorismo y el narcotráfico". Tres días después, en Bogotá se confirmó oficialmente que el Pentágono había ingresado 70 efectivos especializados en terreno colombiano, con la declarada intención de colaborar en la seguridad del principal oleoducto de ese país, ubicado en la zona fronteriza con Venezuela.
En realidad, el exabrupto de Uribe y el inmediato arribo de los 70 militares norteamericanos no debería sorprender a nadie. En otro artículo de esta misma edición de La Otra Aldea se informa acerca de los aprestos que Estados Unidos viene realizando desde hace varias semanas para desembarcar efectivos de su infantería de marina en Colombia, durante el mes de febrero.
Asimismo, Washington avanza con la puesta en marcha del ALCA y por eso anunció la concreción de una versión "mini" del mismo, con algunos países centroamericanos no petroleros pero importadores netos de capital y exportadores de frutos y materias primas muy requeridas por el mercado estadounidense.
De la misma manera enhebra los hilos del capítulo militar de su proyecto económico, comercial y financiero estratégico, el denominado Plan Colombia, consistente en el paulatino despliegue castrense en América del Sur. En el marco de ese proyecto, Estados Unidos apunta a la consolidación de asentamientos armados en el Amazonas, en la zona Andina y en la llamada Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay.
En ese marco, la diplomacia estadounidense alienta en los países de la región -especialmente en Argentina- las reformas legislativas que hacen falta para involucrar a las Fuerzas Armadas en la seguridad y en la inteligencia interior. En el caso argentino, ese intento de regreso a la doctrina de la seguridad nacional sigue contando con el apoyo de los principales mandos militares y con la complicidad de la corporación política tradicional. La administración Bush impulsa iniciativas similares hacia el interior de su país, a través de la ampliación jurisdiccional de sus agencias gubernamentales de inteligencia.
El diario "Clarín" de Buenos Aires, uno de los más fieles sostenedores de la las pasadas dictaduras y del sistema corporativo-corrupto que está viciando el contenido democrático del actual sistema constitucional, publicó en una reciente edición dominical que las autoridades del Pentágono están especialmente interesadas en asentarse en la norteña provincia de Salta, casi en la frontera con Bolivia. Por supuesto que en el caso de esa publicación, como en otras similares, "Clarín" actúa como mandatario de la embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires.
Desde el 11 de septiembre del 2001, el pretexto para las campañas militaristas y represivas de Washington es siempre el mismo: la lucha contra el "terrorismo internacional" y contra los países que integran el llamado "eje del mal". Sin embargo, las verdaderas motivaciones de ese diseño estratégico deben encontrarse en la necesidad que tiene Estados Unidos -la facción dominante del bloque de poder hegemónico que denominamos Imperio Global Privatizado (IGP)- de asegurarse el control de recursos económicos, del suelo y del subsuelo, vitales para la continuidad de su rol dominante sobre el tablero del mundo globalizado.
El destacado lingüista norteamericano Noam Chomsky fue certero cuando, en el marco del reciente Foro Social Mundial de Porto Alegre, afirmó que George W.Bush esta construyendo una "dictadura mundial".
Y son las propias contradicciones existentes en el seno del IGP las que explican, en última instancia, las complicaciones que le surgieron a Bush en su campaña contra Iraq, cuando Francia y Alemania, casi en una declaración conjunta, decidieron rechazar la opción militarista norteamericana si es que la misma no logra el aval de la ONU.
Los gobiernos de París y Bonn supieron detectar el estado de ánimo contrario a la guerra que crece en los electorados europeos en general, pero, fundamentalmente, han tenido en cuenta el rejuego del tablero político interno de la Unión Europea (UE). En ese bloque económico y político las líneas que confrontan son la entente franco germano -construida en tiempos de François Mitterrand y Helumt Khol, por una parte, y el Reino Unido, aliado a la estrategia atlántica de Washington por la otra.
Esas diferencias intereuropeas se expresan en el terreno de la economía capitalista corporativizada -servicios financieros, tecnología de punta, petróleo y energía en general, y agroindustria- y tanto París como Bonn saben que una guerra en Iraq sólo significará ventajas para Estados Unidos. No en vano una de las consultoras empresariales más poderosas del planeta, la estadounidense "Price Waterhouse & Coopers" reveló en el Foro de Davos realizado este mes que la mitad de las grandes empresas allí presentes consideran que una guerra en Iraq reactivaría la economía mundial.
Una interpretación similar hace el FMI, puesto que su principales portavoces no se cansan de repetir que una guerra en Iraq sería ventajosa para la economía del planeta, siempre y cuando fuese breve. Un conflicto prolongado, admiten en el Fondo, podría llevar el precio del petróleo a 40 dólares por barril y eso, subrayan, sería inconveniente.
Por si alguien aún albergaba dudas sobre el trasfondo petrolero de la política norteamericana en Iraq, el propio Secretario de Estado, Collin Powell, dijo que una vez "restablecida la democracia" en ese país, las compañías norteamericanas pondrían en funcionamiento las grandes reservas de crudo que allí permanecen subexplotadas debido al bloqueo impuesto por la ONU hace más de una década.
De esto también tomaron nota los gobiernos de Francia y Alemania, al igual que Rusia, que ya amenazó con su no participación en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU que pueda convalidar el ataque a Iraq.
Como si todo esto fuera poco, Francia y Alemania también quieren evitar que suceda lo que sucedió en la Guerra del Golfo de hace una década, cuando Estados Unidos sólo sufrago el 20 por ciento de los costos de la aventura armada.
China también se sumó a las críticas contra Washington, pues en ese punto es un aliado táctico de Francia, Alemania y Rusia, ya que no quiere que Estados Unidos se quede a cargo de la grandes vías de abastecimiento energético al sudoeste asiático y a toda su zona de influencia, la prevista como de mayor crecimiento económico para las próximas décadas.
Los enfrentamientos vigentes en el seno del Imperio Global Privatizado (IGP), cuya primera gran batalla se registro el 11 de septiembre del 2001 (ver el libro de quien esto escribe, "Bush & ben Laden S.A", Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2001) conmueven ahora el tablero europeo.
Cuando España e Italia se sumaron al Reino Unido en apoyo de la política de Bush en Iraq no sólo se enfrentaron a Francia y Alemania sino que dejaron en claro que la Unión Europea (UE) no funciona a la hora de la guerra o la paz o, dicho de otro modo, no puede disimular las alineaciones dentro del sistema económico y financiero mundializado. Son esas corporaciones los verdaderos protagonistas del tablero político imperialista.
Para comprender a fondo el conflicto que surgió entre Estados Unidos y Alemania y Francia, y por consiguiente dentro de UE, hay que reparar en que tipos de vinculaciones corporativas predominan dentro del sistema de capital financiero concentrado en cada país del Viejo Mundo. La cifras de la OCDE son claras: mientras los principales grupos económicos de España e Italia son dependientes de bancos, fondos de inversión y demás institutos financieros controlados por las corporaciones norteamericanas, los de Alemania y Francia, sobre todo los energéticos, hace diez años que viraron sus planes de negocios hacia el centro de Europa y de cara al sudoeste asiático, en asociación con los grandes fondos off-shore acumulados en Rusia después de la caía de la URSS. Los enfrentamientos de las compañías energéticas rusas, francesas y alemanas con sus colegas estadounidenses en el Golfo Pérsico llevan más de una década.
El diario "The Wall Street Journal", orgánico de las corporaciones financieras norteamericanas, acaba de vaticinar el que el dólar seguirá cayendo ante el euro debido a las incertidumbres que provoca entre los inversores la inminente guerra contra Iraq y advierte que Estados Unidos no puede seguir endeudándose a razón de 1.3000 millones de dólares por día para pagar sus importaciones.
La "guerra" comercial que constantemente intentan dirimir Estados Unidos y la UE en la Organización Mundial de Comercio (OMC) puede volcarse decididamente a favor de Washington si después del ataque a Iraq sus petroleras se quedan con la segunda reserva de crudo del planeta, controlando las vías energéticas que conducen al sudoeste asiático.
Dentro de ese marco de situación, los países de América Latina no deben confundir realidad con espejismos: los enfrentamientos existentes en el seno de IGP expresan un nuevo tipo de puja interimperialista, y en ese sentido ni una ni otra facción pueden operar como aliados para su desarrollo independiente.
Es en este contexto que deben entenderse la agresión que consumó Washington contra Afganistán, so pretexto de perseguir a Osama ben Laden, la actual movilización bélica contra Iraq, las provocaciones que en apariencia ejerce contra Corea del Norte, cuando en realidad se trata de presiones contra China y su política de amenazas e ingerencias en América Latina.

Otra vez "el patio trasero"
Es oportuno recordar aquí que el Plan Colombia está diseñado en función de un teatro de operaciones con epicentro en la región amazónica, una de las principales reservas planetarias de recursos naturales estratégicos: allí se encuentra cerca del 17 por ciento del agua potable del mundo y el mayor yacimiento de biodiversisdad, entre otras riquezas.
En América Latina, Estados Unidos tiene además urgencias especiales, surgidas a partir de la resistencia ofrecida hasta ahora por el gobierno constitucional de Hugo Chávez en Venezuela y por la irrupción de Lula en Brasil, con su caudal inédito de 50 millones de votos. A Washington también le preocupa la asunción de Gutiérrez con un programa progresista en Ecuador, el deterioro creciente del gobierno boliviano y la consolidación del liderazgo de Evo Morales, la muy probable próxima victoria del Frente Amplio en Uruguay y el estallido por los aires del sistema de representación política en Argentina
Es por todo eso, y porque ya está trabajando con la intención de abortar el proceso antineoliberal que crece en América latina, que Estados Unidos está dispuesto a marchar a paso forzado con su estrategia económica ALCA y su brazo armado, el Plan Colombia.
Debe subrayarse que el proceso puesto en marcha en esta región del mundo es precisamente "antineoliberal", lo cual significa que expresa un cierto nivel de confrontación con el poder hegemónico del imperialismo, sin que ello implique una ruptura con su sistema de instituciones financieras, económicas y políticas. Se trata de una visión auténticamente reformista, para nada desdeñable, y de desconcentración del poder pero no de ruptura con el modelo capitalista corporativizado, que ofrece otros modelos económicos y políticos de recambio.
No es casual que uno de los principales magnates de las corporaciones financieras globalizadas, George Soros, haya oído con atención el discurso oportunista del presidente Duhalde en Davos, para reconocer después que la crisis argentina también fue responsabilidad del los organismos multilaterales, por no prestar dinero líquido sino auspiciar la espiral de deuda externa basada en un sistema de bonos en manos privadas. En el seno del Imperio Global Privatizado (IGP), que, recordamos, no funciona como un bloque monolítico, están surgiendo alternativas criticas al neoliberalismo y de adecuación al escenario que se está tejiendo en Sudamérica.
El deterioro y el desprestigio de las baterías ideológicas, políticas y económicas del neoliberalismo en el poder absoluto durante las últimas décadas es tan estrepitoso que el diario "The Wall Street Journal" acaba de criticar a la cúpula del FMI por su política actual ante Argentina, acusándolo de sólo buscar el salvataje de sus créditos, en vez de reformular su modo de actuar ante las economías en crisis.
Por su parte, el diario "The Washington Post", que por resultar más permeable a las posiciones demócratas no es menos funcional a la estrategia global imperialista, sostuvo que el acuerdo entre el FMI y Argentina puede resultar "un tiro por la culata" (en contra del organismo, claro). Advirtió que tanto el FMI como el presidente Bush volverán a "romperse la cabeza" con el caso argentino y consideró que el gobierno de Buenos Aires llegó a ese acuerdo utilizando "tácticas de chantaje".

Sucede que Argentina, con un gobierno de transición que está lejos de encarnar la voluntad inorgánica de cambio que crece en su sociedad, pasó una año en situación de "default" sin que aconteciesen ninguna de las tragedias pronosticadas por los gurúes neoliberales; y sin siquiera tener solidez política ni mucho menos social logró que los burócratas del FMI cediesen ante las presiones de los miembros europeos del G-7 -con fuertes activos e intereses en país-, que exigieron algún tipo de salida coyuntural para la crisis de su endeudamiento.
Hasta el presidente argentino, el peronista Eduardo Duhalde -hombre del riñón de la corporación política corrupta que llevó al país a la catástrofe- ha sabido interpretar con claridad los movimientos de las sociedades latinoamericanas hacia posiciones progresistas y está a punto de destrabar la encrucijada en que se ve envuelta toda su corporación por falta de representatividad, apoyando la candidatura de otro peronista del sistema, Néstor Kirschner, recubiertos ambos con un maquillaje de discursos renovadores y tibiamente antineoliberales.
Si la burocracia clientelista del peronismo en el gobierno maneja con cierta inteligencia los 600 millones de dólares que para programas sociales acaba de concederle en crédito el Banco Mundial (BM), la operación gatopardista de Duhalde y su heredero Kirschner puede tener éxito, prolongando en Argentina el imperio del sistema corporativo de poder.
En ese contexto cabe señalar que el reciente compromiso firmado entre Buenos Aires y el FMI. para Argentina sólo significa una fuga hacia delante: el actual gobierno hizo un desembolso de casi 2.600 millones de dólares de sus propias reservas para el pago de vencimientos atrasados; serán las próximas autoridades las encargadas de retomar las negociaciones, para lograr un acuerdo más prolongado; y desde la rúbrica misma del compromiso el Estado se ve obligado a elevar las tarifas del los servicios públicos, a renegociar los 60.000 millones de dólares que tiene como deuda privada esparcida en bonos y poner en marcha una estrategia tendiente a la privatización de la banca pública. En otras palabras, más de lo mismo.
Otras condiciones no escritas impuestas por el FMI y el BM apuntan al corazón mismo del campo popular argentino, al movimiento piquetero. Ambas instituciones pretenden que el Estado recorte y entorpezca al máximo los recursos de asistencia social distribuidos por las organizaciones de desocupados que se enfrentan con el poder y proponen un proyecto de transformaciones sociales.
El gobierno argentino engarza estas aspiraciones del FMI y del BM con sus propias necesidades de continuidad. Para impulsar sus aspiraciones gatopardistas, con Kirschner a la cabeza, pretende poner la mayor cantidad de recursos sociales en manos de sus caciques políticos regionales.
Claro que todo eso le ha sido posible a Duhalde debido a que el campo popular hasta el momento no supo o no pudo organizarse en forma unitaria, ni mucho menos estructurar una propuesta estratégica transformadora, habiendo dejado pendiente la creación de una herramienta político-social que canalice la inmensa voluntad de cambio que anida en la sociedad y que aun no ha podido superar el estadio de deseo colectivo inorgánico.

Brasil, la clave.
Cuando decidió impulsar su iniciativa diplomática en defensa de la constitucionalidad del gobierno de Chávez, a través del Grupo de Países Amigos de Venezuela lanzado en Quito el día que asumió Gutiérrez, el presidente Lula no sólo salió al cruce de los golpistas de Caracas sino que clavó una pica de considerable agudeza ante las maniobras de Washington en la región: así como el líder brasileño le había dicho en la cara a Bush que él sería un duro negociador en defensa de los intereses de su país, ahora avisa que esta dispuesto a dar batallas a favor de los nuevos vientos que corren por la región.
Es que, en definitiva, se está defendiendo a él mismo. Si bien llegó al gobierno con un apoyo popular casi nunca antes registrado en la historia de los procesos electorales sabe muy bien que el bloque de poder no le dará respiro, que a corto plazo atacará desde todos lo flancos y que su probada capacidad negociadora tendrá un tope: Lula sabe que para cumplir con sus objetivos de Hambre Cero, reforma agraria y enfrentamiento inteligente al hegemonismo norteamericano del proyecto ALCA y del Plan Colombia, tarde o temprano llegará la hora de tocar a fondo los intereses de ese bloque de poder. También sabe que si, llegada la hora, no hace lo que tiene que hacer, su experiencia se convertirá en una frustración de imprevisibles consecuencias.
En ese mismo sentido será determinante su capacidad de convencimiento ante los mandos militares de su país para que sean ellos los que respalden la negativa de Brasilia a que el teatro de operaciones del Plan Colombia sea extendido al Amazonas. También será determinante que consolide su liderazgo regional, incluso de proyecciones más amplias, en definitiva Brasil es la octava economía del mundo, para defender la soberanía científica de los países de la región, y del mundo en desarrollo en general, para que amplíen las fronteras
en la investigación y la producción nuclear con fines pacíficos.
Una visión realista de la situación latinoamericana que acabamos de describir obliga a ser optimistas pero cautelosos. Los escollos que deberán atravesar las nuevas posiciones antihegemónicas serán muchos y de variada naturaleza.
¿Podrá Lula hacerse manejar con éxito lo que él mismo considera uno de sus mejores capitales políticos, su talento como duro negociador; podrá desarrollar en el seno de la Internacional Socialista -una institución que pertenece al complejo sistema del IGP- sus postulados reformistas avanzados? ¿Podrá Lucio Gutiérrez satisfacer su alianza con los movimientos indígenas y campesinos sin salir del modelo "dolarizado", que lo llevó a anunciar un nuevo aumento en el precio de los combustibles a sólo días de haber asumido la presidencia?
¿Podrá Chávez consolidar su resistencia antigolpista ante los gigantescos embates de los intereses petroleros norteamericanos? ¿Podrá Evo Morales en Bolivia evitar la escalada represiva y sacar al país de la crisis erigiendo al movimiento popular como una alternativa de cambio? ¿Podrá el campo popular argentino construir la herramienta político-social que necesita para proponerse como alternativa seria ante el bloque de poder?.
La declarada intención de Chávez de gravar con impuestos a las inversiones financieras especulativas -una suerte de Tasa Tobin-, hecha pública el Foro de Porto Alegre, y los reclamos formulados por Lula ante los representantes del poder imperial reunidos en Davos son signos positivos pero deben ser entendidos en el marco de los interrogantes antes planteados.

La estrategia de Washington cuenta con voces "progresistas"
Más allá de los interrogantes recién señalados, es indudable que América Latina ofrece un nuevo escenario político y social, contrario a las facilidades con que Estados Unidos puedo manejarse en la región durante los últimos años. Es por eso que las acciones de inteligencia de Washington sobre los medios de comunicación - arma de eficacia varias veces probada y de especial funcionalidad en los tiempos que corren, ver por ejemplo el caso Venezuela- son de carácter integral: cuentan con los medios tradicionales de la derecha, concentrados y corporativizados más que nunca, pero no descuidan la posibilidad de operar sobre la prensa supuestamente crítica al sistema de poder.
El trabajo que viene desarrollando el diario "Página 12", de Buenos Aires, es, en ese sentido, un ejemplo muy ilustrativo.
Primero. A lo largo varios meses sus columnas de análisis internacional sostuvieron que la guerra de Estados Unidos contra Iraq sólo era un fantasma lanzado por el presidente Bush para distraer al pueblo norteamericano de la crisis económica que atraviesa el país. Hace un par de semanas que, ante los aprestos bélicos de Washington, los responsables de esas páginas hacen complicados malabares interpretativos para salir del paso.
En la edición del domingo 19 de enero, un extenso artículo firmado por el columnista Horacio Verbitsky afirma que las verdaderas intenciones de Estados Unidos en América Latina distan de ser belicistas. Dice textualmente: "mientras prepara la agresión contra Iraq, a Estados Unidos le conviene tranquilizar la retaguardia, sobre todo cuando el conflicto entre el gobierno legal y la oposición golpista de Venezuela afecta al principal proveedor estadounidense de petróleo en la región. La posición del gobierno de George W. Bush hacia Venezuela fue de abierto apoyo al golpe del 11 de abril pero debió retroceder ante la declaración aprobada por los países de la OEA de acuerdo con los requisitos de la Carta Democrática firmada el 11 de septiembre del 2001 en Lima (...). El mes pasado, el Departamento de Estado volvió a plegarse a la estrategia de la oligarquía caraqueña al pronunciarse a favor de elecciones anticipadas y una vez más reculó, con una inconvicente relativización posterior".
Segundo. Ese mismo domingo, "Página 12", al igual que muchos otros periódicos de la región, publicó destacados títulos informativos acerca de las supuestas diferencias que surgieron entre el presidente Lula y su homólogo venezolano Hugo Chávez en torno a la membresía del Grupo de Países Amigos de Venezuela, porque el último sugirió la presencia también de Rusia, China y Argelia. Sin embargo, de ninguno de los párrafos del artículo surge semejante distanciamiento.
La interpretación formulada por Verbitsky coincide con los "papers" reservados que distribuyen los agentes formales e informales de los servicios de inteligencia norteamericanos, abocados al tratamiento de sus contactos y operadores en la prensa "progresista". De la misma forma, esas interpretaciones coinciden con los discursos de una pléyade de organizaciones no gubernamentales y fundaciones norteamericanas activas en el sostén y en la financiación de algunas entidades democráticas y de derechos humanos, como es el caso de la "Fundación Ford", que suele captar militantes rentados de esas mismas entidades para incrustarlos luego en la comunidad de la inteligencia estadounidense.
Hagamos aquí un breve paréntesis de alerta sobre el rol de la "Fundación Ford" en América Latina, al recordar que también figura entre las instituciones que aportaron fondos para la realización del reciente Foro de Porto Alegre.
Hecho ese paréntesis recordemos que la utilización de lenguaje progresista en la redacción de informaciones y análisis es, por cierto, una medida sagaz, pero ocurre que la racionalidad interna de esos mensajes casi nunca logra ser completa.
Veamos el discurso de Verbitsky. Su lenguaje no logra ocultar ninguno de los puntos débiles que encierra el texto de nuestro ejemplo, ni el histórico fáctico, ni el metodológico periodístico: nadie más o menos informado puede creer que alguna vez Estados Unidos haya modificado el rumbo de su estrategia regional por recomendaciones de la OEA, sino todo lo contrario; ese organismo ha dado sobradas muestras de su funcionalidad orgánica respecto de las estrategias de Washington, sin que haga falta apelar a aquella certera caracterización de la institución como verdadero "ministerio de colonias".
Nadie que tenga una mínima experiencia en la articulación o desarticulación del discurso periodístico dejará de notar que una afirmación como "... y una vez más reculó, con una inconvincente relativización posterior" no es un cierre informativo lícito a menos que se prevea como recurso de ocultamiento o tergiversación. ¿Por qué reculó? ¿Cuáles son los motivos de fondo de esa actitud?
La información que en esa pieza periodística no se brinda es justamente la clave del fenómeno tratado. Estados Unidos no reculó; simplemente asimiló la iniciativa de Lula -pactada antes hasta en sus mínimos detalles de desarrollo con Chávez- en torno al Grupo de Amigos, y pone en funcionamiento las tendencias complementarias que anidan en Washington y en su comunidad de inteligencia: un compás de espera ante los tableros diplomáticos adversos, a la vez que un planteo de amenaza militar.
Aunque Washington y sus portavoces disfrazados de "progresistas" traten de ocultarlo, los principales estrategas norteamericanos -republicanos y demócratas- consideran que Estados Unidos no descarta un despliegue militar estratégico en América del Sur.
Respecto de la aparición de títulos periodísticos no sostenidos en los consiguientes textos debe decirse que se trata de una técnica de desinformación no por burda menos usada -el tópico de la nunca probada existencia de arsenales químicos en Iraq sobra como ejemplo-, y difícilmente se trate de errores profesionales de tal o cual periodista; generalmente es un fenómeno que obedece a operaciones de inteligencia y a buenos pagos oblados en forma clandestina.
Para el caso que nos ocupa, el objetivo final de esa estratagema consiste en bombardear desde adentro la iniciativa diplomática de Lula, no sólo para debilitarla respecto de la defensa de la democracia en Venezuela sino sobre todo para desarticular el nudo de su estrategia de contención al hegemonismo norteamericano en el área.