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Argentina: La lucha continúa

5 de diciembre del 2003

Argentina
De los medios a las perversiones

Martín Echenbaum
Agencia ConoSur

En las últimas semanas el movimiento piquetero retomó el protagonismo perdido en los últimos meses a partir de una serie de hechos que lo ubicaron en el centro de la escena pública. En esas apariciones -marchas, movilizaciones, cortes, acampes- se reiteraron los motivos y las causas de la protesta, tan conocidos como naturalizados por quienes deberían preocuparse por solucionarlos. Lo más llamativo es el ambiente de disgusto que los piquetes han generado en la "gente" según los medios hegemónicos.

La Nación enfurecida

El ejemplo más claro está en el neoconservador y agroexportador Diario La Nación. Señala desde su editorial que las movilizaciones piqueteras son "provocaciones" que se traducen en "una agresión física y moral intolerable" y que constituyen sin duda "una forma más de violencia". Si "provocan", claro, es porque el provocado debería responder en algún momento. Ahí está el Gobernador Sobisch de Neuquen y la feroz represión que ordenó contra los piqueteros.

También señala el diario de los Mitre, que recibió con beneplácito cada golpe militar: "el hecho de que miles de automotores se vean reducidos repentinamente a un estado de absoluta inmovilidad configura una irregularidad inadmisible". La libertad, para los amantes de las dictaduras genocidas, se verá, tiene configuraciones llamativas: tiene más valor la libertad de un automotor para circular que la protesta de una persona que necesita comida y trabajo para vivir dignamente.

Dice La Nación que los piqueteros son "grupos disolventes" que pueden llegar a "resquebrajar el orden público" si es que el Estado no interviene. Por suerte el diario tiene laderos de primer orden como el matrimonio Duhalde (o el Tirano Prófugo y Esa Mujer, versión 2) que, no satisfechos con el asesinato de Santillán y Kosteki durante su mandato, vuelven a pedir mano dura y "meta bala" a los encapuchados.

Además de este diario, por supuesto, la mayoría de medios de difusión se han encargado de difundir ese libreto que tienen bien trabajado según el cual hay una masa que no participa de marchas, que no reclama nada, que no hace nada: sólo trabaja y consume medios. Es del tipo "clase media ideal", cuya participación en todo caso se reduce a dejar mensajes en los programas de radio del tipo "estoy cansada/o de los piqueteros". Si bien, es cierto, estos oyentes/televidentes/lectores existen, no son todos.

Se creado esta idea de "entre el reclamo piquetero y el Gobierno ¿quién queda? Siempre queda la GENTE? ¿quién es la gente? Los piqueteros no por supuesto.

La Gente no existe: nadie es gente. ¿La gente es la clase media? ¿cuánta clase media queda en el país? ¿quedan más pobres o más automovilistas? ¿no será que como los medios necesitan una audiencia de ricos que consuman, para venderlos a los anunciantes, le hablan siempre a la clase media/alta? ¿no será que nunca hablan de los pobres esperando que los pobres los vean/escuchen/lean? ¿no será que la clase media automovilista y bocinera se queja de los piqueteros porque está frustrada con empleos de mierda? ¿y no será que teme quejarse porque teme que la despidan y no quiere caer en la pobreza?

Mostrar la falla

Lo que lleva a los piqueteros al corte es la necesidad de visibilidad, que la sociedad vea cuál es la realidad que se esconde, cuáles son las carencias y humillaciones a las que gran parte de la población es sometida. Y lo hacen con la convicción de saber que el derecho a la vida digna, al trabajo y la comida es superior a cualquier otro derecho.

De un tiempo a esta parte los medios de comunicación se están encargando de hacer de los piqueteros parte del problema argentino. Que son vagos, disolventes, que son negros, que están muy radicalizados. los medios hacen lo que siempre hicieron: intentar recomponer las crisis de hegemonía, aislar a los "subversivos", borrar el conflicto.

Todos los días los medios atacan a los piqueteros, los estigmatizan, crean una imagen que, de tanto que se repite, cada vez más se cree. Y lo que falta es la respuesta. ¿Cómo pueden hacer los piqueteros para demostrar quiénes son? ¿Se puede?

Se puede, y es una tarea que, junto con los piqueteros, tienen que encarar los medios de comunicación alternativa. Porque la cuestión no es solamente los piqueteros, con los que quizás, y seguramente, haya diferencias, y muchas en algunas cosas. La cuestión es que los piqueteros representan hoy, en nuestro país, el sector que muestra el conflicto, la imposibilidad de la sociedad de ser una, homogénea.

Son los que recuerdan, a quienes fácilmente lo olvidan, que la mayoría de este país es pobre, que la mayoría es explotada, por trabajar o por no hacerlo. Son los que muestran la falla y eso es valioso.

Los que piden ley y orden para terminar con los piqueteros son los que ayer pedían ley y orden para terminar con la subversión. Después del 26 de junio del 2002, después del asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, recordémoslo, ya se comparaba a los piqueteros con los grupos armados de izquierda de los 70. No les resulta fácil soportar la democracia.

A los piqueteros se les puede hacer mil críticas. Pero lo esencial es lo que simbolizan en esta sociedad: eso es lo que hay que resguardar y defender. El derecho a la protesta, la memoria, la vida digna, el trabajo genuino.

Porque enfrente está el neoliberalismo, está la cultura menemista más viva que nunca: cómo no inscribir el "los piqueteros son unos vagos" bajo el amparo del apotegma menemista del "acá no trabaja el que no quiere". Los tiempos culturales muchas veces exceden a los tiempos electorales, y por más que un presidente y su gobierno señalen que una época ya ha terminado, transformar esos bellos discursos en realidades vivibles y perceptibles requiere de una política y una forma de actuar efectivamente opuesta a la de aquella época. Pero hasta ahora hemos visto más gestos, algunos importantes sí, que verdaderas políticas que liquiden una década, o más bien un cuarto de siglo, de neoliberalismo económico, neocoservadurismo político y destrucción cultural.

Un artilugio mediático, no muy novedoso por cierto, que vincula a los piqueteros con la delincuencia va cerrando el círculo de la barbarie: ahí están los jodidos, son los que cortan las calles, son negros y además chorros. Sí, también deber ser trolos. Un sociólogo decía por estos días que "la gente" preocupada por la inseguridad debería agradecerle a los piqueteros, verdaderos diques de contención para miles de desocupados y excluidos de todo.

Ahí tenemos la noticia de las villas: hemos encontrado finalmente a los grandes culpables del gran quilombo nacional. Y se cumplió la profecía del ex comisario represor Naldi: las villas están cercadas. Para el Gobierno, definitivamente, el problema son los pobres, son los culpables de la inseguridad, el estancamiento económico, la falta de esperanzas, y de su propia pobreza, por supuesto. Este imaginario, ligado a concepciones ideológicas que vienen de la dictadura, circula por los medios de comunicación y es retomado por buena parte de la población, aún inconscientemente. Otra vez: un cuarto de siglo no se termina escribiendo la palabra "fin", es un tanto más complicado que escribir el ideal guión de una película.

La bronca nacional tiene sus lugares comunes, y bastante conocidos, por cierto. El problema, dicen los medios, repite la sociedad, la "gente", es la pobreza. ¿No será que el problema es, al contrario, la riqueza? ¿No habría que combatir la riqueza en lugar de perseguir la pobreza? ¿Cuándo se va a cercar los grandes edificios y las fastuosas construcciones de los grandes evasores, represores, asesinos y cómplices de la destrucción del país?

¿Son los 20 millones de pobres los culpables de su pobreza? ¿Y de su humillación diaria, de su inseguridad, quién es el culpable?

¿Qué es la inseguridad? ¿El temor hacia un marginado de la sociedad por una sociedad injusta, es inseguridad? ¿Y no poder planificar su vida para el otro día, qué es?

Las preguntas no faltan. Sí nos faltan espacios para decirlo, lugares donde amplificar esas voces. Nos falta confrontar pero desde nuestro propio terreno, desde nuestro lugar. Con nuestra voz. Eso es lo que tenemos que construir.