Argentina: Trabajadoras de Brukman ingresan a la fábrica
Sebastián Hacher
Indymedia Argentina
El momento más esperado, dos meses después de la expropiación, al fin llegó, hoy 29 de Diciembre del 2003. A las 3 de la tarde, enfundadas en su guardapolvo celeste, las obreras de Brukman esperaban que los síndicos y funcionarios del gobierno lleguen para entregarle la fábrica. Se habían juntado para vivir ese momento unas 200 personas, que se fueron enterando por el boca a boca o por Internet.
El edificio seguía custodiado como siempre; policías aburridos, parapetados detrás de las vallas, que esta vez no supieron muy bien como actuar cuando una se acercó cantando y aplaudiendo: ¡Brukman es de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode, se jode!, resonó esta vez mas como festejo que como invitación a la batalla.
Pero la custodia, acantonada allí desde el 21 de Abril de este año, no se movía. Cuando llegaron los funcionarios, apenas abrieron un poquito de espacio para que entren cuatro trabajadores y todos los que tenían que cumplir una función legal. No fue, como soñaron muchos, una entrada triunfal e instantánea; funcionarios de uno y otro poder de la ciudad hicieron un largo papeleo, que incluyó un inventario y un traspaso de la posesión de la fábrica de la justicia a la ciudad y de la ciudad a los obreros.
Eso sí, los trabajadores se dieron un gusto; dos compañeros con una moladora fueron los encargados de cortar, entre sonrientes y nerviosos, las cadenas que cerraban las puertas. Atrás, contra las vallas ahora inútiles, las trabajadoras se agolpaba para ver el momento exacto en que la fábrica volvía a ser un poquito de ellas.
Tranquilidad, nerviosismo, ansiedad, emoción, alegría; todos los estados de ánimo, antagónicos por momentos, estaban presentes en todas y cada una trabajadoras.
De vez en cuando, alguno de los trabajadores que participaban del inventario salía para comentar la situación adentro. Y la noticia corría de boca en boca:
-Es como si hubiese pasado un ejército, decía Celia.
-Es como una guerra civil, comentaba Santiago.
-Por lo menos no se llevaron el televisor, se reía -nervioso- Carlos
-Ni que hubieran entrado con la caballería, repetía Yuri.
Las alegorías bélicas son las únicas posibles para describir el estado en el que la fábrica fue devuelta; los ex patrones se robaron las plaquetas, el corazón de las máquinas de coser; saquearon los casilleros de los trabajadores; se llevaron la computadora donde se guardan todos los diseños; rompieron, ensuciaron, destruyeron sin motivos. Las primeras evaluaciones indicaban que tardarán alrededor de 10 días para volver a poder trabajar con lo mínimo, y que será un esfuerzo grande volver a dejar las máquinas como estaban antes del desalojo.
Pero nada podía empañar la alegría de volver. Cuando terminó el inventario, en fila y con los ojos húmedos fueron entrando una a una, perdiéndose enseguida entre las sombras de la fábrica, reencontrándose con ese pedacito de vida que habían dejado allí hace ocho meses. Afuera todavía quedaban algunos de los que se habían acercado para vivir el momento y un tendal de periodistas ansiosos por llevarse una imagen de festejo. De vez en cuando alguien se acercaba desde adentro para aminorar la espera, contando las intimidades del momento; que habían llorado mucho, que estaban haciendo una asamblea, que todavía no había luz y andaban con linternas.
Y entonces entramos. Ellas estaban sentadas en ronda, en el mismo lugar donde las encontramos tantas veces antes del desalojo.
Había caras alegres, ojos refregados y un fondo todavía oscuro, con signos de ocho meses de ausencia. Una a una fueron tomando la palabra para contar que sentían, como habían vivido estos meses, como se habían re-encontrado con su fábrica. Y luego los agradecimientos; desde las organizaciones hasta los familiares, desde los vecinos hasta los periodistas, no quedó ninguno afuera; se acordaron de todos los que desde todo el mundo siguieron y apoyaron de una forma u otra durante estos dos años de lucha.
Entre abrazos de madre y emociones poco contenidas, dos años que volvieron a pasar por la mente y el corazón de muchos de nosotros; desde el primer corte de calle con las cacerolas, hasta la resistencia desde la carpa, desde el primer desalojo hasta la represión del 26 de Abril. Momentos de felicidad, de amargura, de sorpresa; todo eso significó Brukman, y esas obreras que saltaron las vallas del destino para recuperar su dignidad.
Mañana podremos pensar en las conclusiones, en las internas, en los sinsabores -que los hubo, como en toda lucha- y aprender de esta experiencia para seguir avanzando.
Hoy nos contentamos, dos años y diez días después, con escribir un final feliz para este capítulo de nuestra historia.