VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Argentina: La lucha continúa


Polémica en Argentina sobre cómo despenalizar la protesta social

Poderes extraordinarios para gastos
Néstor Kirchner está convencido que mientras no quiebre, al menos en el populoso Gran Buenos Aires, las relaciones estrechas entre caciques políticos, del peronismo especialmente, con la estructura de la temible Policía bonaerense, será inútil todo lo que se planifique para acabar con la inseguridad que, junto con la falta de trabajo, domina las angustias de la mayoría de la población.

Cómo despenalizar las protestas sociales en Argentina.

ISIDORO GILBERT

La Republica


No hay ingenuidad en el planteo, pero el Presidente une lo útil con sus necesidades. La violencia delictiva obedece a causas económico-sociales mucho más vastas que una conspiración de malas personas y en dirección a ese aspecto general clave, todavía son más los deseos que las realidades para modificar la situación que, claro, ninguno supone como inmediata.

Pero sin duda que golpear en el corazón de aquellos entendimientos espurios, le podría permitir a Kirchner ir dejando de lado al entramado político bonaerense que en definitiva es la creación de Eduardo Duhalde, desbrozarle el camino para que arme toda la masa crítica necesaria para administrar al gobernador de la provincia más populosa, Felipe Solá, ahora convertido en una pieza clave para el Presidente.

Nada es dejado al azar. Los gritos del ministro de Justicia y Seguridad, Gustavo Béliz, contra la "narcodemocracia" o denunciando esos entendimientos político-policiales de ser la base de la actual impunidad de delitos de envergadura, tienen el visto bueno presidencial, quien maneja los tiempos para no producir un quiebre para su más que necesaria alianza con Duhalde. ¿Hasta cuándo continuará esta dualidad de criterios, o sea, sostenerse con el apoyo de un aparato poderoso con este fuerte discurso ético, sin que se produzca una colisión? Contradicción borgeana: dos que acabaron por sentir que ser compañeros les permite seguir siendo rivales.

No es una situación sencilla y replantea el enigma de cómo se construye nuevo poder. No existe en el mercado un recetario único y menos un sistema político impoluto que se adquiera o se construya de la mañana a la noche. En definitiva, un nuevo edificio político habrá de erigirse también con pedazos del viejo andamiaje. Si miramos la composición del actual gobierno y sus alianzas, son una demostración que de lo antiguo hay demasiado por todos lados. Le otorga calidad de tendencia positiva la voluntad política presidencial.

Las denuncias sobre una presencia más visible del narcotráfico no es sólo una flecha lanzada sobre el menemismo; también sobre caciques políticos aunque con Carlos Menem hay un seguimiento. No tienen dudas en la Rosada que deben golpearlo para que no intente levantar cabeza si la situación social, sobre todo, se pone mucho más tensa en el futuro, pero especialmente para poder mostrar que no le perdonarán sus desaguisados y sus posibles negocios turbios.

Fuerte apoyo parlamentario


Ahora estos enfrentamientos del Presidente con Menem primero, y más tangencialmente con Duhalde, no le debilitan su base de apoyo, particularmente en la Cámara baja. Ha logrado allí un alineamiento de todas las tendencias, de las que defendieron el modelo de exclusión con quien las criticaron antes y ahora, una magia sólo compresible dentro del peronismo que, en las buenas ­y estos son días de estrellas para el PJ a pesar de todas sus lacras-- los soldados, suboficiales y oficiales de esa fuerza, cierran filas con el mandatario de turno.

Kirchner ha conseguido hacer aprobar en esa instancia el presupuesto de gastos de 2004, que es difícil no calificarlo como un nuevo ajuste destinado a cumplir los acuerdos ­menos onerosos que en el pasado, pero pesados--con el FMI para que el superávit fiscal del 3%, un esfuerzo brutal, permita atender lo mínimo posible de la renegociación de la deuda externa privada en default y pagarle capital a los organismos financieros internacionales, sin nuevo endeudamientos.

No es, pese al incremento módico del gasto público, un presupuesto keynesiano, o sea, convertir al Estado en promotor de obras de envergadura para combatir el desempleo. Precisamente la objeción más dura al plan de gastos, es su reticencia a impulsar una fuerte redistribución del ingreso, enderezado a poner coto a la indigencia y la pobreza.

Acaso el apoyo más fuerte de los suyos ha sido que el Parlamento le otorgue al jefe de Gabinete, en este caso, Alberto Fernández, poderes especiales ­que Elisa Carrió no hesitó en calificar con "inconstitucionales"-- para que disponga la distribución de las partidas sin pedir permiso al Parlamento. Es probable que esa herramienta no sea arbitrariamente utilizada, o mejor aún, lo sea para atender problemas sociales que irán presentándose. O, peor, incrementar partidas para pagar la deuda. Es lo de siempre: todo depende de si el rey es bueno, o no.

Hasta la última semana, ningún líder político no peronista había estado desde mayo en la Casa de Gobierno. Este ninguneo de la oposición tenía un sentido: una foto, por caso, de Kirchner con el ex presidente Raúl Alfonsín, era (es) considerada en el oficialismo como negativa. Pero la necesidad tiene cara de hereje y como el justicialismo todavía es primer minoría, necesitaba del voto radical para que hiciera lo de siempre: que se opone pero presta el número exactamente necesario para que lo que requiere el gobierno no naufrague. Así llegó a la Rosada el titular de la UCR, Angel Rozas.

Un presupuesto que es de ajuste

Así, además, Kirchner obtuvo el respaldo para aprobar compensaciones a los bancos, por consecuencia de la devaluación de 2002. Es una flagrante injusticia porque la salida de la convertibilidad no impidió que el sector financiero hiciera nuevos negocios y sobre todo girara fortunas al exterior. Otra paradoja: en la Cámara baja se investiga esos envíos ilegales que tienen entre los sospechados a los mismos beneficiarios por la compensación.

La pregunta que no tiene respuesta es de cajón: si son compensados los bancos que pudieron haber tenido perjuicios por la devaluación, ¿cómo resarcir a millones de nuevos pobres y marginados que esa medida financiera y cambiara generó? El presupuesto, en fin, dejó clausurada, salvo novedades los próximos meses, incrementos para las asignaciones de los trabajadores del Estado y para los jubilados. Los primeros realizaron ya sus primeras movilizaciones callejeras de reclamo.

Kirchner hizo aprobar por decreto un módico incremento para las jubilaciones y salarios mínimos y como "regalo" de Navidad, una partida especial para los beneficiarios de los Planes de Jefes de Familia, que reciben cerca de 2,3 millones de personas. Estos incrementos ­que por el alto número de personas que no reciben ningún subsidio o porque un 40% de los que tienen trabajo lo hacen en negro­ no llegarán a un sector muy ponderable de personas necesitadas.

No se trata sólo de "buen corazón". La economía exhibe las últimas semanas cierto amortiguamiento y a falta de un auténtico shock de demanda, que por caso, exige la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), el ministro de Economía, Roberto Lavagna, ideó, junto a esos aumentos módicos, una ingeniería financiera para que beneficiarios de planes de auxilio, jubilados, estatales y privados, puedan cobrar en diciembre en término asignaciones o sueldos junto al medio aguinaldo, volcando al mercado dinero como para motivarlo a que no deje de crecer. Fue el ministro quien afirmó que "si el consumo no tiene un papel relevante no habrá crecimiento sustentable y que asegure equidad social".

Crecimiento ¿para qué?


El PBI trepará este año tal vez más del 7% y se espera una buena perfomance para 2004. Pero ese crecimiento no es un índice social, no indica per se, para quién sirve. Es cierto que Kirchner no adhiere a la teoría neoliberal del "derrame", pero ­y el Presupuesto es inequívoco­ por ahora es prioritario, dentro de ciertos límites, es verdad, el pago de la deuda. Más: es por primera vez un proyecto, aunque a cuentas gotas, inclusivo. Pero se carece de una estrategia de crecimiento con mayor justicia social, salvo en enunciados discursivos.

En primer lugar, aún no se termina por definir el bloque de poder. El peronismo de suyo contiene líneas internas e intereses diferenciados o antagónicos (menemismo, por caso) pero requiere conformar una alianza con el espacio del trabajo, de los desocupados organizados, las pequeñas y medianas empresas y sectores del gran capital para consolidar la dirección distinta al neoliberalismo.

Kirchner ha mejorado su diálogo con todo el sector empresarial, pero no tiene engarzada en ese espacio su fuerza de choque, que debería ser la meneada "burguesía nacional", débil o con escasa vocación para transformaciones. Ha avanzado con sectores sindicales y se puede sentir que una unificación de la CGT está en marcha con hegemonía de los amigos actuales del Presidente. Pero es el viejo liderazgo sindical, escasamente popular en sus bases.

Con la CTA Kirchner tiene entendimientos que acota su política de ingresos con docentes y empleados públicos, pilares de esa central disidente que obtuvo, aunque en pequeñas dosis, reconocimientos para sindicatos de base que no desean encuadrarse en la CGT tradicional.

Oposición a amnistiar a piqueteros procesados


Con los piqueteros ha conseguido atraerse al sector más numeroso, pero si no logra dar esperanzas concretas a los millones de necesitados, tomarán vuelo las corrientes más ideologizadas, que no creen en el reformismo actual, más bien lo desprecian. Si pueden, generarían una crisis política para abrir lo que creen necesaria una instancia superadora. En diciembre, cuando se cumplan dos años de la pueblada que ­por razones contradictorias--unió a vastos sectores contra Fernando de la Rúa y lo obligaron a dimitir, esas posturas estarán en primer plano.

Se trata hoy de vetas de la izquierda que no le dan crédito a nada de lo que haga el Presidente. Es por ello que la intención de sectores del oficialismo y de la oposición progresista y de izquierda en el Parlamento por hacer aprobar instrumentos para que no solamente se despenalice el conflicto social, sino que saque de los tribunales a miles de procesados por luchas por el pan y el trabajo, no tiene, por ahora, apoyo efectivo del gobierno.

Al gobierno no le gusta la idea de la amnistía. Algo deberá concretar para que todo el espacio piquetero no se pase a la confrontación y se haga realidad que no se judicializan los conflictos. Son además muchas las muertes de desesperados estos años que tampoco han logrado justicia.

También desde la derecha se fogonean expresiones contra los piqueteros, pero no se dirigen a ellos: le gritan al Presidente a quien tienen en la mira.