¿Quién puede decir hoy Feliz Democracia?
por Hugo Alberto de Pedro
Un día como hoy hace veinte años atrás los argentinos cerrábamos las puertas del infierno de la genocida dictadura militar que se había instalado el 24 de marzo de 1976, dejando tras de sí decenas de miles de muertos y desaparecidos, una deuda externa de 45.000 millones de dólares -siempre nos referiremos a ésta moneda- después de haber pagado 30.300 millones en servicios de amortización e intereses aún a pesar de haberla incrementado en unos 37.300 millones.
1983 – 1989
El presidente elegido por una amplia mayoría fue el radical Raúl Ricardo Alfonsín quien llegaba con las fuerzas y promesas que reivindicaban las mayorías de los habitantes y muy especialmente la juventud, éstos que lo acompañaron en la campaña electoral para enfrentar al viejo peronismo que demostraba en sus últimos pasos todo el horror posible y con un pasado, el de su último gobierno derrocado, que lo seguía condenando a partir de haber abandonado las banderas de la justicia social y su alejamiento de los trabajadores.
El gobierno radical en sus primeros pasos devolvió las esperanzas que la incipiente democracia todo lo podría, así se juzgó a los asesinos, se intentó llevar adelante una negociación diferente de la deuda externa heredada y se propusieron leyes socialmente progresistas. Posteriormente fue demostrando que a medida que se iba alejando de los intereses populares las negociaciones con los sectores financieros y empresarios lo llevarían a un callejón sin salida, ocurriendo lo mismo con los sindicalistas encolumnados en el justicialismo y desde ya con los militares a los que otorgo el perdón y el olvido.
La incapacidad de cambiar las reglas de juego impuestas con la fuerza de las armas durante los más de siete años anteriores lo fueron acorralando, no serviría de nada los planes Austral y de Economía de Guerra, y la oposición se encargaría de cerrar todas las posibilidades para realizar muchos de los cambios propuestos en ambas cámaras y la camarilla de gobernadores opositores se encargarían del resto. El descontento fue creciendo con la misma intensidad que el gobierno perdía el rumbo de la conducción. Dejó una deuda de 65.300 millones después de haber pagado unos 35.500 millones.
1989 – 1999
En 1989 el candidato del justicialismo fue Carlos Saúl Menem quien, otra vez, con una amplia mayoría se haría del poder no solo ejecutivo sino del manejo de ambas cámaras legislativas y la mayoría de las provincias. Todo bajo los lemas de Revolución Productiva y Salariazo.
Con el advenimiento de ésta nueva etapa democrática se llevó adelante la más feroz depredación de las empresas del Estado regaladas al capital transnacional como también entregado en concesión a los foráneos y empresarios antes contratistas del Estado de los servicios públicos. Con la mirada impávida y el acompañamiento de gran parte de la sociedad, luego convertida en víctima, el modelo neoliberal impuesto no encontró resistencias. Más bien todo lo contrario ya que contó como aliados a la mayor parte del arco político logrado por pactos y reelección mediante.
La destrucción del país avanzó sobre todos los ordenes imaginables siendo aliados los sectores sindicales y gremiales que se fueron engordando mientras se hambreaba, humillaba y empobrecía a sus representados con la mentira de la convertibilidad del dólar con el peso argentino en 1 a 1. La deuda externa dejada alcanzó a 147.900 millones no obstante haber pagado más de 115.700 millones.
La corrupción, política, empresaria, financiera y mafiosa, amparada por el justicialismo en su conjunto hicieron todos los desmanes por todos conocidos.
1999 – 2001
Para finales de 1999 una Alianza conformada por radicales y frepasistas dejaba instalado por una inmensa mayoría de votos a Fernando de la Rúa en la presidencia de la Nación y en la vicepresidencia a un fugaz Carlos Alberto Álvarez.
El camino adoptado por éste gobierno, aunque decir gobierno es un exceso de bondad semántica, fue de los más triste de nuestra historia, de esas historias de impunes traiciones democráticas. Ninguna de sus promesas y propuestas programáticas elaboradas inteligentemente fueron llevadas adelante, sino que se agudizaron las mismas prácticas del menemismo llegando al extremo de contratar los servicios del hacedor de los desastres económicos y financieros argentinos, o sea, Domingo Felipe Cavallo.
Las medidas económicas y financieras llevadas a cabo, blindaje, megacanje, acorralamiento, exponenciaron la pobreza y la exclusión que a los tres años terminaron con la explosión de la economía, un decreto de Estado de Sitio y la pueblada del 19 y 20 de diciembre del 2001 que hizo volar por los aires al Gobierno que en sus últimas horas se había convertido en asesino. En tres años se pagaron 30.900 millones al exterior para que la deuda quede en 140.300 millones por pagar algún día.
2001 – 2003
Varios justicialistas se pasaron el Gobierno de mano en mano durante doce días hasta que a principios del año 2002 el poder justicialista bonaerense dejaba instalado al senador Eduardo Alberto Duhalde en la presidencia que la ciudadanía le había negado tres años atrás. La salida desordenada y abrupta de la convertibilidad menemista-delarruísta-cavallista ocasionó un golpe que hirió de muerte a los sectores asalariados e hizo que la indigencia y la pobreza alcanzara a más de la mitad de la población junto con la desocupación y la subocupación incontrolada.
La protesta social llevada adelante por la población reunida en Asambleas y el crecimiento de los movimientos y organizaciones de trabajadores desocupados, nunca ocupados y piqueteros fue creciendo.
El Gobierno solo atinó a menguar el hambre con un irrisorio plan de Jefas y Jefes de Hogares que no alcanzaba, ni alcanza hoy en día, a cubrir una décima parte de lo que necesita una familia para vivir dignamente, pero no dudó en criminalizar la protesta llevando a centenares a procesos judiciales y prisión, como en reprimir y asesinar a quienes pacíficamente reclamaban en las calles y en los puentes.
El endeudamiento llegó a los 145.500 millones por imperio de la cesación de pagos aunque los intereses fueron aumentando el mismo de conformidad a los acuerdos realizados con los organismos internacionales de crédito y las decenas de bonos y pagarés firmados oportunamente por las diferentes administraciones democráticas.
En abril del 2003 se llevaron a cabo las elecciones, anticipadas éstas, que terminaron seguramente con la vida política de "la rata" y que permitieron, con muy pocos votos, hacerse del poder al por entonces gobernador de la Provincia de Santa Cruz, Néstor Carlos Kirchner, de quien estamos esperando la enunciación del plan o modelo económico que llevará adelante y que aún desconocemos más allá de algunas medidas aisladas que se han ido tomando. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional nos llena de preocupación en el sentido de saber quienes deberán pagar con su esfuerzo su hipotético cumplimiento mientras que la quita con los acreedores externos no ha hecho más que ajustarla al verdadero valor de mercado vigente.
¿Entonces?
Así nos encontramos éste 30 de octubre del 2003 con un país quebrado y vaciado, una población empobrecida, millones de desocupados en todo el extenso territorio hoy amenazados con la judicialización y criminalización de sus reclamos, un Estado desguazado y totalmente esquilamado, la renta nacional en manos extranjeras y grupos concentrados del empresariado vernáculo, una distribución del ingreso injusta como nunca antes se había producido, la mayoría de las pequeñas y medianas empresas moribundas más las miles que ya han dejado de existir, una corrupción que corta transversalmente todo el ámbito político y la mayor parte de la vida nacional, una juventud carente de un futuro cierto y promisorio más bien oscuro y tenebroso, una clase política enquistada en el mismo poder que supieron conseguir para llevar adelante todas las tropelías posibles e imposibles de realizar, una educación carente de los más elementales criterios de capacitación y promesa de una mejor calidad formadora para los tiempos futuros, una salud ausente e inalcanzable para millones de habitantes, cientos de genocidas sueltos en nuestras calles sin procesos ni condenas, etcétera, etcétera, etcétera.
¿Quién puede decir hoy Feliz Democracia?
30 de octubre del 2003