EL 'TRIUNFO' DE BUSSI (H) EN TUCUMAN
PRISIONEROS DE UNA ALIANZA DE CORRUPTOS Y CRIMINALES
Por: Marcos Taire 
ARGENPRESS.info
Los tucumanos son prisioneros de una alianza de políticos corruptos 
  y elementos criminales de la dictadura militar. El voto a Bussi no es un castigo 
  a Miranda ni la reivindicación del genocida, sino la expresión 
  de la minoritaria derecha local. La corporación política es una 
  amalgama de personajes ilegales, irrepresentativos e ilegítimos. El flamante 
  gobierno provincial es una acabada muestra de esa connivencia, nacida al amparo 
  de la represión y consolidada por la actual democracia. 
  El 50% de los tucumanos habilitados para votar no concurrió a las urnas 
  el domingo pasado. El 'ganador' de ese comicio obtuvo menos del 16% del padrón 
  electoral. El ex gobernador Miranda consiguió la senaduría por 
  la minoría con el 9% y el peronismo en sus tres variantes no sumó 
  el 15% de ese padrón. Un ex fiscal anticorrupción, con apenas 
  tres meses de vida política, fue la tercera minoría. 
  Según cifras del INDEC, en 2001 la provincia tenía 1.338.523 habitantes. 
  De ese total casi 320.000 tenían necesidades básicas insatisfechas 
  y casi 85.000 recibían planes de jefas y jefes de hogar. Todas esas cifras 
  se han incrementado. 
  El sistema de reclamos y denuncias implementado a raíz de los escándalos 
  derivados del reparto de la ayuda social, dice que no hay contraprestaciones 
  por parte de los beneficiarios, no se paga a todos los que tienen derecho a 
  cobrar, hay beneficiarios con elevado poder adquisitivo y se adjudican planes 
  como forma de pago a los que asisten a convocatorias políticas partidarias. 
  
  Tucumán es una de las provincias con más alto índice de 
  desocupación del país y está entre las primeras con mayores 
  porcentajes de hambre, desnutrición y mortalidad infantil. 
  El peronismo en sus tres variantes (Miranda, Rivas y Cirnigliaro) obtuvo menos 
  sufragios que la cantidad de afiliados al PJ. 
  Al no funcionar la ley de lemas, el aparato justicialista no pudo garantizar 
  la concurrencia al acto electoral. Es que los sublemas y el consiguiente accionar 
  de los punteros es lo único que logra movilizar a la gente. La explicación 
  es sencilla: la mayoría de los tucumanos son prisioneros de la miseria 
  y por ende del clientelismo político. Además, por los escándalos 
  producidos en la entrega de bolsones de comida, el voto 'cadena' perfeccionado 
  como en ninguna otra parte y las denuncias de fraude, la elección fue 
  fiscalizada por la justicia federal. Esto impidió la generalizada compra 
  de voluntades con la entrega de bolsones, lo que se hizo en las elecciones anteriores 
  a metros de las escuelas donde se vota. Esta vez no se vio a los punteros en 
  remises cargados de votantes y en pocos lugares hubo entrega de bolsones. 
  En una provincia de casi un millón y medio de habitantes, es incorrecto 
  pensar que el 9% es de derecha? Y de ese porcentaje, cuantos son los que solo 
  vieron en Fuerza Republicana la única oposición posible al peor 
  gobernador que tuvo la provincia en mucho tiempo?. 
  El comparreligionario 
  El flamante gobernador provincial, José Alperovich, llegó al cargo 
  fruto de una alianza social formalizada con el gobernador saliente, Julio Miranda. 
  Su gabinete es un espejo de su pensamiento. Allí conviven un hombre estrechamente 
  vinculado a la embajada de los Estados Unidos, un ex busista, una ex tenista 
  heredera de la más poderosa familia de la industria azucarera y un par 
  de peronistas. 
  Alperovich es judío -el primero de esa religión que llega a gobernador 
  de Tucumán- y fue radical hasta su designación como ministro de 
  Economía de Miranda. En su nombramiento jugó un papel decisivo 
  el delarruismo en el poder. Al mejor estilo Menem, antes de asumir Alperovich 
  hizo aprobar un paquete de leyes que le garantiza un poder casi absoluto, ninguna 
  traba para aplicar sus planes y la ausencia total de control democrático 
  de su gestión. 
  La supuesta apatía de la población, esgrimida para explicar el 
  ausentismo electoral, es la más cabal demostración del asco que 
  siente el grueso de la población por una corporación política 
  corrupta. Se puede contar con los dedos de una mano a los políticos tucumanos 
  que resistirían una investigación sobre su patrimonio. Esto lo 
  ve a diario el pueblo tucumano en una provincia pequeña, donde es muy 
  difícil mimetizarse como en las grandes metrópolis. Y es muy difícil, 
  casi imposible, explicar y justificar el rápido enriquecimiento de políticos, 
  funcionarios judiciales, empresarios ligados al poder, testaferros reconocidos 
  y aceptados, etc. El grado de corrupción es tan grande y generalizado, 
  que bien podría decirse es la versión tucumana de la 'transversalidad' 
  de la que habla el gobierno nacional. 
  Los ejemplos son muchos: el gobernador saliente, un humilde dirigente del gremio 
  petrolero -hasta hoy nunca hubo petróleo en Tucumán- es considerado 
  uno de los hombres más ricos de la provincia. Del seno de la propia legislatura 
  revelaron los pagos extras que por cifras elevadísimas cobran sus miembros. 
  Casi todos los funcionarios y legisladores tienen colocados a un montón 
  de familiares en cargos que paga el estado. En plena crisis, cuando Tucumán 
  fue noticia por la muerte de niños por hambre y desnutrición, 
  las camionetas 4x4 desbordaban la explanada de la Casa de Gobierno y las playas 
  de estacionamiento de jueces y legisladores. Después se descubrió 
  que esos vehículos (y muchos más que pueblan las calles de la 
  ciudad) circulaban con autorizaciones apócrifas, suministradas por fiscales 
  de la justicia ahora investigados. Ya no llama la atención que los médicos 
  tucumanos cobren una coima (llamada plus) a todos sus pacientes. 
  La corporación 
  Cuando Antonio Bussi ganó la elección para intendente por apenas 
  17 votos, el gobernador Miranda se apresuró a reconocer el triunfo del 
  genocida a pesar de las mesas impugnadas que podrían haber hecho variar 
  el resultado. El perdedor, Jerónimo Vargas Aignasse -hijo de un desaparecido- 
  en lugar de pelear esa posibilidad, aceptó la orden de Miranda. A cambio 
  de su silencio, encabezó la lista de candidatos a diputados nacionales. 
  Al mismo tiempo, el periodismo local informó, con pruebas, de una alianza 
  estratégica de Miranda y Bussi para cerrar todos los caminos al radical 
  Rebén Chebaia. Los punteros mirandistas impulsaron el corte de boleta 
  a favor del genocida Bussi. 
  Salvo voces aisladas, Bussi es considerado uno más de la corporación 
  política tucumana. Todo tiene su origen en las relaciones anudadas cuando 
  era dueño y señor de la provincia y -además de matar a 
  lo mejor del campo popular- mantenía estrechas relaciones con la dirigencia 
  social de la provincia. Compartía con ellos el odio a los 'negros' de 
  la FOTIA y a los 'zurdos' de la universidad. Después, las leyes de impunidad 
  de Alfonsín lo pusieron en igualdad de condiciones con el resto de la 
  dirigencia política tucumana. El pueblo asistió impávido 
  a esa legalización del criminal desde lo más alto del poder. 
  Cuando Bussi era gobernador y jefe del Operativo Independencia, tenía 
  en la familia Paz -dueños del ingenio Concepción, el más 
  grande de la provincia- uno de sus mayores aliados. Hoy, Mercedes Paz-integrante 
  del grupo heredero de ese clan donde Bussi tenía mesa servida las 24 
  horas y un helipuerto al regreso de sus visitas a los campos de concentración- 
  es la titular de Turismo del gobierno de Alperovich. Cuando Bussi fue 'democratizado' 
  por el Punto Final, apareció a su lado un montón de fósiles 
  de la derecha local, cómplices de delaciones, detenciones y secuestros 
  de lo mejor de la sociedad tucumana de los años 70. Junto a ellos, emergió 
  un grupo de 'jóvenes delfines'. El más destacado, Pablo Walter, 
  actual senador, aliado del 'independiente' ex fiscal Jerez, es la máxima 
  autoridad de Recrear, el mamotreto de López Murphy. Otro de esos 'delfines', 
  Raúl Topa, tras ser intendente de San Miguel de Tucumán por Fuerza 
  Republicana, se integró al Partido Justicialista. Finalmente, el tercero 
  y más importante de esos 'herederos del general', Pablo Bahilo, es hoy 
  el ministro de Seguridad del flamante gobierno de José Alperovich.