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Argentina: La lucha continúa

Grissinópoli
La ciudad del grisin obrero

Tony Negri eligió esa fábrica recuperada de la Capital para su primera presentación pública en la Argentina. No llega en un momento cualquiera: ésta es la primera semana, desde que los trabajadores la recuperaron, que producen todos los días para cumplir con los pedidos de sus clientes. Es el fruto de una batalla que comenzó un 3 de junio de 2002 y que todavía está librándose.

LAVACA.ORG

El aroma a galletitas recién horneadas llena de calidez una construcción un tanto gélida. Los azulejos blancos de las paredes, los mosaicos jaspeados de los pisos y la escasa iluminación que pende de los techos asemejan el lugar más a un hospital público que una fábrica de grisines. Por suerte, el olorcito tentador impide cualquier confusión y pone las cosas en su lugar. Emana de una cinta transportadora que parece una pista de Scalectrix gigante, donde las fajitas -una especie de grisines aplastados- dan vueltas y vueltas hasta cocinarse. Esta es la escenografía que eligió vistar Toni Negri en su viaje a la Argentina: la fábrica Grissinópoli y su Centro Cultural de Artes y Oficios, Grissicultura. El autor de Imperio no llega hasta allí en un momento cualquiera. Esta es la primera semana, desde que los trabajadores recuperaron Grissinópoli, que necesitan producir todos los días para cumplir con las demandas de sus clientes. Es el fruto de una lucha que comenzó el 3 de junio de 2002. Ese lunes, el personal intentó hablar con la gerencia para explicarle que el vale semanal que cobraban ya no alcanzaba para comer. Como no los atendieron, comenzaron una huelga con permanencia en el lugar. Ya habían pasado casi dos años desde que habían cobrado el último sueldo de manera completa.
Grissinópoli se había inaugurado en 1963, con un horno importado de Italia. Llegó a ser una de las dos fábricas modelos de grisines clásicos del país. Pero en agosto de 2000, la empresa entró en convocatoria de acreedores y unos meses más tarde, los operarios comenzaron a percibir todos los viernes un vale que primero fue de 50 pesos y más tarde, de 20. "En 1998 entró un gerente que hacía cosas raras", recuerda María Pino, quien durante 31 años fue empleada administrativa y ahora preside la Cooperativa de Trabajadores La Nueva Esperanza. Pino define esas "cosas raras" con un gesto con su mano derecha que en el lenguaje de las señas se usa para sugerir "robo". "A principios de 2003 -prosigue- despidieron a algunos trabajadores y los sueldos atrasados se iban acumulando. Había inquietud. Y como el gerente contestó que no podía darnos más dinero, se decidió una huelga quedándose las 24 horas en el lugar. Por entonces, ni pensábamos en una cooperativa, sólo queríamos cobrar nuestros sueldos", recuerda la mujer que ahora atiende a los proveedores y es la encargada de buscar las ventas. "Mi tarea principal consiste en recuperar a los clientes. Algunos ya volvieron, pero aunque los conozco a todos, no es fácil. La fábrica estuvo sin producir nueve meses y la competencia aprovechó para apoderarse del mercado".
Un mes después de comenzada la huelga, el gerente y el presidente de la firma dejaron de ir a la fábrica. Los trabajadores no tenían interlocutores y mandaron un telegrama intimando el pago de los salarios adeudados. Seguían sin respuestas y se acercaron al Movimiento de Fábricas Recuperadas, presidido por Luis Caro. "En algún momento aparecieron unos folletos del Polo Obrero, donde decía que nosotros estábamos con ellos y pedíamos la estatización con control obrero. Pero lo discutimos en asamblea y decidimos formar la cooperativa. Acá cada uno tiene su bandera partidaria pero la deja afuera, adentro somos todos de Grissinópoli".
Grissinópoli fue la primera fàbrica de la Capital Federal cuya gestión pasó a manos de los trabajadores por ley sin que se haya decretado previamente la quiebra. La lucha de los trabajadores, ayudados por los manejos espúreos del personal jerárquico de la empresa, lo hizo posible. Como los 17 dueños no llegaron a un acuerdo con sus acreedores, la jueza que llevaba el concurso habilitó la figura del crawn dawn, incorporada en la famosa reforma a la ley de quiebras que el FMI impulsó el año pasado. Esta figura, cuya traducción más aproximada es salvataje, confiere a un tercero la posibilidad de intentar conseguir un acuerdo con los acreedores a cambio de quedarse con el paquete accionario de la firma. "Oh, casualidad -recuerda Pino- el abogado y el contador de Grissinópoli que no pudieron acordar con los acreedores fueron contratados por el crawndista y sí lograron un acuerdo para él." Semejante logro implicó el inicio de una serie de juicios cruzados entre los profesionales y los empresarios que hizo que, para conservar la fuente de trabajo, la Justicia y la Legislatura aceptaran la autogestión obrera.
El 11 de noviembre de 2002 la Legislatura porteña dictó la expropiación temporaria - un comodato por dos años- de las marcas, las patentes y el edificio a favor de la Cooperativa de Trabajadores La Nueva Esperanza. Sus 16 integrantes comenzaron, como en otras fábricas recuperadas, elaborando a la façon. Es decir, los clientes compraban la materia prima y ellos vendían sólo la mano de obra. Dos meses después, ya pudieron adquirir sus propios insumos. Hoy, cada uno se lleva 120 pesos semanales. Con el trabajo de las fajitas, la suma trepará y, casi todos, podrán retirar salarios parecidos a los que, cuando les pagaban, percibían durante la gestión patronal. Aunque algunos, como Pino, todavía están muy lejos de esa cifra. "Lo principal, para todos, es conservar la fuente laboral. La mayoría somos gente grande, ¿dónde vamos a conseguir trabajo? Hay compañeros que se fueron porque pensaban que no íbamos a ir a ningún lado y que ahora son cartoneros", explica la presidenta.
Los trabajadores esperan que una vez que se sentencie la quiebra, se dicte la expropiación definitiva. "Nosotros podríamos adquirirla con el capital que reunamos. Si bien todavía no pudimos ahorrar nada, tenemos nuestros sueldos adeudados. Que al momento de empezar la autogestión llegaba a 115.000 pesos, sin intereses ni vacaciones ni aguinaldos", señala Pino.
Pero por ahora hay otras necesidades. La Nueva Esperanza está autorizada a utilizar los dos camiones de la antigua Grissinópoli. Pero no puede. "Ni siquiera tienen neumáticos. Su estado es deplorable. Necesitamos como 3000 pesos para ponerlos en condiciones. Por ahora, y por los volúmenes de venta, nos conviene alquilar un flete", cuenta la presidenta.
En medio del conflicto, un grupo de asambleístas barriales, psicólogos vinculados a la revista Topía y un grupo de artistas vinculados al Polo Obrero, entre otros, se acercaron y propusieron crear Grissicultura, un centro cultural que sirvió para obtener la solidaridad de los vecinos del barrio y darle más trascendencia social al reclamo de los trabajadores. Talleres de música, teatro, danza, títeres, literatura, jardinería y murga se dictan todos los días, cuando las máquinas se callan. También hay obras de teatro, recitales y proyecciones de películas, tanto para grandes como para chicos. Allí se exhibieron por primera vez las pinturas del piquetero asesinado Maximiliano Kosteki y el periodista Eduardo Aliverti transmitió su programa de radio desde lo que era el viejo depósito de stock. Cada actividad termina con una invitación: mate cocido con grisines, como no podía ser de otra manera. Como será este lunes, cuando Negri pise la ciudad del grisín.