Ataque a aborígenes
El 17 de septiembre a las ocho de la noche, unos 50 policías sin orden
judicial desalojaron a los golpes a 150 aborígenes que vivían,
en sus casitas de troncos en La Loma, cerca del pueblo salteño Hipólito
Irigoyen. Silvia Cañanima, de la comunidad Ava Guaraní, no estaba
allí de pura casualidad. Se enteró cuando todo estaba ocurriendo
y corrió con una cámara de fotos para registrar lo que ocurría.
Ella sabía, por su militancia social, que ese tipo de testimonio podría
servirle paradenunciar los abusos. "Pude fotografiar a los policías
de civil y a la gente golpeada. Mi padrastro fue el más afectado, le
quebraron las costillas", repasa. Eso le valió aprietes y amenazas
posteriores de policías, que la agarraron en la calle y le advirtieron
que no buscara más pruebas o de lo contrario también la arrestarían.
"Llevaron a todos detenidos, incluso a mujeres y niños, y salvo
los menores quedaron todos presos durante cinco semanas", denuncia. Silvia,
de 21 años, cuenta que la gente expulsada ahora está viviendo
"en casas de blancos que les ofrecieron un lugar en el pueblo". La
Loma, el lugar donde tres comunidades indígenas vivieron siempre, dedicados
a la siembra y cría de animales y artesanías, está prácticamente
desolada. "Un empresario norteamericano, del Ingenio El Tabacal, quiere
la zona para plantaciones de caña de azúcar. Además de
que es un lugar nuestro, es muy bonito y bastante turístico", dice.
Silvia estaba construyendo su propia casa allí donde ocurrió el
desalojo. Mientras tanto seguirá viviendo con sus abuelos, cinco hermanos
y los tíos. "Ultimamente comemos día por medio", dice
con increíble naturalidad.