Cándida y Eugenia
Cándida Fernández, de 53 años, y Eugenia Jiménez, 
  de 50, son vecinas en la Colonia Loma Senés, en Formosa, y compañeras 
  del Movimiento Campesino Formoseño (Mocafor). Hasta fines de los ‘90 
  vivían del cultivo de algodón, pero la caída de los precios 
  las obligó a buscar otras estrategias de supervivencia. Comenzaron a 
  sembrar mandioca, batata, maíz, poroto, zapallo, morrones y cebolla y 
  a elaborar lácteos. Lo que obtienen lo destinan para autoconsumo y el 
  excedente lo venden en la feria franca de Pirané. "Veníamos 
  notando que la producción no rendía como antes. Y el 2 de febrero 
  tuvimos una sorpresa: nuestras plantas amanecieron todas caídas. Nos 
  picaban los ojos y nos salieron ronchas. Algunos vecinos tuvieron diarrea, dolores 
  de cabeza terribles y hasta hemorragia nasal. En los campos linderos, donde 
  se produce soja transgénica, habían usado una mezcla, un veneno, 
  para matar la soja guacha (la que queda después de la cosecha) y lo habían 
  pulverizado sin tener en cuenta que había tormenta con viento norte", 
  detalla Cándida, de pelo corto, piel curtida y voz bajita. Ni la policía 
  ni nadie les recibía la denuncia. Ningún organismo público 
  quería intervenir y terminaron golpeando la puerta de la casa del intendente, 
  que tampoco hizo demasiado. Recién a fines de marzo consiguieron que 
  una jueza prohibiera por seis meses a la empresa ANTA la fumigación con 
  glifosato, "una sustancia a la que sólo es resistente la soja transgénica", 
  dice Cándida. En septiembre, protesta, volvieron a fumigar. Mientras 
  los campesinos de Lomas Senés esperan una resolución dela Cámara 
  de Apelaciones, que aún no llega, están sin poder producir casi 
  nada. "Casi no tengo ingresos. Me las rebusco porque tengo vacas lecheras 
  y granja, entonces hago queso y vendo huevos. Me levanto todos los días 
  a las cinco de la mañana y ordeño mientras mis hijas limpian la 
  casa. A pesar de mis esfuerzos y los de mi marido tuvimos que pedir un plan 
  social", dice Eugenia, con pelo ondulado, ojos verdes y cara aniñada. 
  Cándida cuenta que entre los vecinos se las arreglan también haciendo 
  trueque y que ella consigue otro pequeño ingreso trabajando como cocinera 
  de la escuela de la zona. "Sembrar y cocinar es lo que sé hacer", 
  comenta. Ante los avatares, además, las mujeres de la colonia se las 
  ingeniaron para montar un proyecto productivo de elaboración de harina 
  de maíz y alimento balanceado. Consiguieron una máquina multiuso 
  y, en estos días, ante una mínima recuperación, la están 
  pudiendo estrenar y está a disposición de todos los vecinos.