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Argentina: La lucha continúa

31 de diciembre del 2002

Más que nunca, rechazo activo a la trampa electoral

Isidoro Cruz Bernal
Socialismo o Barbarie

La vida política argentina a un año del argentinazo del 2001 sigue en la incertidumbre. El gobierno de Duhalde, débil por su origen ilegítimo y despreciado por la propia clase dominante, todavía sigue sin conseguir un acuerdo con el FMI. Tampoco ha podido resolver la interna del peronismo, y hasta hoy carece de candidato. Otros sectores, como Reutemann, alientan que el mismo Duhalde entre en la disputa, basado en sus más que coyunturales y precarios logros.
Todo esto es únicamente materia de especulación. El hecho real es que, siendo el peronismo el único partido burgués que no se ha derrumbado (más allá de su grave crisis y división), la falta de candidato es un factor que aumenta las contradicciones del régimen. Ni hablemos de la interna bochornosa de una UCR casi inexistente o de la ruptura entre el ARI y los socialistas. Todo esto expresa un cuadro de bancarrota creciente del sistema de partidos tradicionales de esta democracia de los ricos.
A esto hay que sumarle dos elementos. Por un lado, la convocatoria electoral de Duhalde para el 27 de abril del 2003 está pensada para que se queden todos: es un engendro antidemocrático, en el que sólo se podría votar a presidente y vice. El segundo problema es que las elecciones son una necesidad política vital para la clase dominante y este régimen. Pero, al mismo tiempo, la incertidumbre reinante en las filas del PJ dificulta ponerles fecha. E introduce otro elemento más de arbitrariedad antidemocrática.
Elecciones y argentinazo
En la situación actual hay un hecho que ordena la política nacional: la rebelión popular de diciembre de 2001. Todas las contradicciones que acumuló la crisis global de la Argentina capitalista se aceleraron a partir de este hecho de alcance histórico. El consenso que tenía la dominación política se ha roto. Amplios sectores de la población trabajadora tienen conciencia de que no es posible seguir viviendo en las condiciones actuales. Además, han quedado profundamente deslegitimadas las políticas económicas y sociales aplicadas en los últimos 25 años. También, y esto es decisivo, existe un profundo escepticismo acerca de la utilidad del voto para producir cambios y mejoras para las mayorías populares. Hoy el mecanismo tradicional del voto es percibido por la mayoría de la gente como algo que no sirve para nada. Está en crisis el verso de que si no estamos de acuerdo con la política de un gobierno esperamos unos años y lo cambiamos con el voto. Insistimos: en las clases populares hay escepticismo total en el régimen y el voto.
Por el lado de los trabajadores, un sector amplio pero todavía minoritario se ha afirmado una salida por el lado de la lucha. Así lo demuestran los movimientos de trabajadores desocupados, las fábricas ocupadas, asambleas populares, sindicatos clasistas, etc. Estas valiosas experiencias, sin embargo, han registrado solamente una parte del proceso en curso: ven al régimen y a la mayoría de sus políticos como sus enemigos, pero no alcanzan a comprender por entero las raíces profundas de la catástrofe política y social en la que vivimos. Captan solamente sus efectos visibles y, por lo tanto no ve ninguna salida por la positiva.
Estamos en un momento transitorio del proceso revolucionario en curso. La democracia para ricos, que ha sido el arma con que en los últimos 20 años la burguesía y el imperialismo han llevado a término sus ataques contra las clases populares, está en una profundísima crisis, en la que también se expresa la crisis más global de la Argentina capitalista. En los explotados y oprimidos existe una tendencia a la ruptura con el régimen democrático-burgués.
Esta tendencia se da en una situación en la que se hace necesario, para la burguesía y el imperialismo, un rescate global del conjunto de la estructura del capitalismo argentino. Este rescate tiene aspectos económicos, que aún están por definirse por medio de pujas entre fracciones burguesas. Pero su parte central es política. Es política porque sin derrotar en las calles a los importantes contingentes de trabajadores y sectores populares que nos hemos puesto de pie, a los que nos hemos comenzado a organizar y politizar, no van a lograr que aceptemos los "sacrificios" necesarios para que su economía y sus instituciones vuelvan a resurgir de su actual colapso.
Por eso les es absolutamente necesaria una salida electoral que relegitime al conjunto del régimen de la democracia capitalista. Las elecciones anunciadas pretenden enterrar el argentinazo. Su forma antidemocrática es la expresión de lo reaccionario de sus objetivos de fondo.
Que se vayan todos. Rechazo activo a estas elecciones
En una situación como la actual ¿qué es lo que más puede ayudar a fortalecer las luchas que llevan adelante los trabajadores y las clases populares? ¿Cuál es la tarea política más elemental y democrática? Un sector de compañeros de la izquierda piensa que es preciso ocupar y estar presentes en el espacio electoral: los compañeros del PC, del MST... ¿y del PO? Esta idea, que es correcta en general, es totalmente inadecuada en este momento, en que amplios sectores no confían en el actual régimen democrático burgués pero no ven aún la necesidad de destruir el capitalismo.
Por eso, ayudar a que la ruptura de las clases populares con la "democracia" para ricos sea completa pasa hoy por llevar adelante una firme y sistemática campaña de rechazo activo a estas elecciones, las más escandalosamente antidemocráticas en dos décadas.
La izquierda revolucionaria está ante una encrucijada importantísima. Debe elegir entre presentarse y, quizás, hacer una buena votación, o hacer una campaña activa por el rechazo a las elecciones truchas. La primera opción ayuda de hecho a la relegitimación del régimen. Es el camino oportunista del "posibilismo": esto es, moverse dentro de los marcos del sistema. La segunda opción ayuda a vaciar de contenido la trampa electoral, para que progrese la ruptura de las masas con el régimen hacia una vía revolucionaria, de independencia política y autodeterminación.
Si en las elecciones votara positivamente una cantidad significativa de la población, aunque la izquierda sacara muchos votos, el régimen –de conjunto– saldría relegitimado. De esa forma, lo más probable es que, en un paso posterior, el gobierno emergente, mediante un "acuerdo de unidad nacional", proceda a desalojar a las fábricas ocupadas, a reprimir a los piqueteros, a otorgar los aumentos que exigen las privatizadas. Es decir, a iniciar una contraofensiva antipopular. Una democracia para ricos más legitimada y fuerte es igual a condiciones más difíciles para la lucha de los trabajadores. Es ayudar al enemigo a que avance en sus intentos por cerrar el proceso abierto en diciembre de 2001.
Por todas estas razones, los socialistas del MAS nos pronunciamos claramente por el rechazo activo a estas elecciones. Al mismo tiempo, seguimos planteando con fuerza la exigencia de ¡Que se vaya Duhalde y que se vayan todos ya! A pesar de las dificultades visibles en la interna del PJ, el "partido del orden", las elecciones constituyen en este momentoel principal proyecto político de la burguesía y el imperialismo para acabar con el argentinazo.
Insistimos en nuestro llamado a todas las fuerzas que coincidan en rechazar el proceso electoral a que nos unámonos sin condicionamientos en este solo punto. Cada fuerza política podrá, independientemente, dar sus razones. Para actuar en este caso no es necesaria una caracterización ni un acuerdo político global. Lo que sí es necesario es la decisión política de actuar y ganar las calles para dar de conjunto una batalla decisiva contra el régimen, que ponga a los trabajadores en mejores condiciones para las duras luchas y enfrentamientos entre las clases que seguramente se darán en el curso del próximo año.